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Oriente Medio
La nueva fase del eterno conflicto entre Irán e Israel va camino de su segunda semana, marcada por un incesante intercambio de ataques y la entrada oficial de Estados Unidos en la contienda tras el bombardeo de tres instalaciones nucleares en suelo iraní.
Los últimos acontecimientos parecen indicar que la desescalada no va a producirse, al menos de forma inminente, y los ataques, que según han declarado ambos se centran en bases estratégicas y militares, ya han alcanzado varias instalaciones sensibles. Un misil balístico iraní impactó contra el hospital Soroka, el principal centro médico del sur de Israel -situado en la ciudad de Beer Sheeva- dejando 72 heridos leves. El gesto fue respondido por Tel Aviv en la jornada siguiente, según declaró el régimen de los ayatolás.
En medio del cruce de acusaciones y ataques entre ambos gobiernos, la población civil vuelve a ser la gran damnificada. En los últimos días, el sonido de las alarmas antiaéreas ha regresado como un elemento habitual de la rutina. LA RAZÓN ha conversado con dos españolas residentes en distintos puntos de Israel para conocer, de primera mano, cómo están viviendo esta nueva escalada del conflicto.
Los motivos que las llevaron a dejar España por uno de los focos más tensos a nivel geopolítico son diversos: familia, estudios, religión... Hoy ambas han construido su vida a más de 5.000 kilómetros de la península, donde han vivido momentos como el atentado del 7 de octubre de 2023, en el que Hamás mató a más de 1.000 personas y tomó a más de 251 rehenes. Este evento se tradujo en nuevas hostilidades entre el grupo de terrorista, financiado por Teherán, cuyas consecuencias se han dejado notar tanto en la Franja de Gaza, como en el propio Israel. Ester Shechter, emprendedora que se mudó hace 12 años a Jerusalén, reconoce que si bien desde que llegó ha sido testigo de distintas ofensivas, considera que la reciente escalada con Irán, es el conflicto "más duro" que le ha tocado vivir en este tiempo.
Como explica, su día a día ha cambiado. Cuenta con tres hijos menores de edad, las guarderías y colegios han cancelado las clases de manera temporal, y los hogares siguen tratando de adaptarse a la nueva situación: "Sigo trabajando desde casa, haciendo un poco ese equilibrio entre llevar adelante mi negocio, y también ocuparme de mi familia, que en estos días es un poco más complicado", reconoce. El ambiente en las calles es de incertidumbre, "están prácticamente desiertas (...) solamente los trabajos esenciales son los que siguen demandando presencialidad", señala Shecther en declaraciones a LA RAZÓN
Yael Macias, originaria de Madrid, lleva cerca de 14 años viviendo en Tel Aviv, una de las ciudades que se han visto más azotadas por ataques iraníes. La joven coincide con Shechter en que la guerra aérea "ha sido algo que no habíamos vivido hasta ahora". Según cuenta, a la incertidumbre entre la población se suma a un sentimiento "de unidad, de que estamos juntos en esto (...) tenemos que ir a los refugios antiaéreos varias veces al día (...) los misiles no son una broma, hemos visto las imágenes de destrucción, de la capacidad de dañar infraestructura y de matar a personas, con lo cual también hay esa solidaridad entre la gente que no tiene un refugio o que no tiene donde quedarse".
Macias recuerda que en la capital israelí estuvo marcada en las semanas previas a la operación ‘Rising Lion’ "por una aparente sensación de normalidad". Esto ha cambiado radicalmente: "Nos hemos pasado la semana yendo y viniendo del refugio, escuchando explosiones que a veces hacen temblar todo el edificio y viendo las imágenes de destrucción en nuestra propia ciudad (...) es una lotería, (un misil) puede caer aquí o puede caer a 500 metros, o en otra ciudad", reconoce.
Es complicado olvidar la primera vez que se escucha el sonido estridente de las alarmas: "No pensábamos que fuese real", sostiene la madrileña. Pero esto con el paso de los años ha cambiado, "sabemos lo qué significa despertarse a mitad de la noche y correr al refugio", aun así, confiesa que son momentos de "miedo, mucha angustia y estrés".
No es algo a lo que se puedan acostumbrar, aunque ya han comenzado a crear rutinas "en torno al hecho de saber que no puedes estar a más de un minuto y medio de distancia de un refugio, con lo cual no sales de tu casa a no ser que sea esencial o si sales es para ir a un sitio donde sabes que va a haber un refugio cercano". Un procedimiento que Ester Shechter debe llevar a cabo con sus tres hijos: "Cuando escucho una sirena, un sentimiento muy difícil (...) si estoy en mi casa les digo con la mayor tranquilidad del mundo que nos vayamos al cuarto que tenemos como refugio", explica.
Yael reconoce que la población está cansada "y se nota", aun así la conversación se sigue centrando en que "estamos a salvo todavía". En este sentido, Shechter agrega: "No sabemos lo que va a pasar, sí que tenemos mucha esperanza de que este conflicto va a acabar pronto y vaya a acabar con la paz".
A pesar de todo, tanto Ester como Yael manifiestan sentirse seguras. "Yo que creo que el país hace un buen trabajado en mantener la seguridad de sus ciudadanos, de asegurarse que la gente sepa dónde se tiene que estar", afirma la primera. Tampoco planean volver a España "este es nuestro hogar es el sitio en el que nosotros queremos estar, donde estamos felices y donde hemos decidido vivir y formar nuestra familia", concluye Shechter.
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