Atentado en Berlín
Túnez: el gran exportador de terroristas
Unos 6.000 tunecinos se han unido al Estado Islámico y muchos forman parte de la cúpula
Unos 6.000 tunecinos se han unido al Estado Islámico y muchos forman parte de la cúpula
Se trata de una enorme paradoja, pero lo cierto es que el único país de la Primavera Árabe actualmente en la senda de la democracia y las libertades básicas es también la nación en la que más yihadistas se han unido al Estado Islámico (EI). Por desgracia para el país, no es la primera vez que un atentado yihadista en Europa se relaciona con Túnez. El 14 de julio, Mohamed Bouhlel arrolló y mató a 86 personas que celebraban en Niza la Fiesta Nacional. El tunecino, que había nacido en M’Saken, se radicalizó en un tiempo récord, por lo que, a pesar de haber estado fichado por maltrato, las autoridades francesas no le tenían fichado por terrorismo. Ahora, Alemania apunta a otro compatriota, Anis Amri, de Kairuán, como principal sospechoso del ataque del lunes en Berlín.
Alrededor de 6.000 tunecinos han dejado el país norteafricano para enrolarse en los distintos rangos del EI. De hecho, muchos de ellos han llegado a ocupar puestos de liderazgo en el grupo terrorista de Abu Bakar al Bagdadi. El 26 de noviembre moría en Raqa (Siria) en un bombardeo de la Fuerza Aérea estadounidense, Bubaker al Hakim, quien en una entrevista en la revista del califato «Dabiq» se jactaba de haber asesinado en 2013 a sangre fría a Mohamed Brahmi, el líder del Movimiento Popular y crítico con el partido islamista Ennahda. «Le esperamos durante cuatro horas en frente de su casa. Después, me acerqué y le disparé diez tiros», aseveró Al Hakim –considerado el jefe de operaciones externas del EI–, quien reconoció que entonces «queríamos causar caos en Túnez para así facilitar los movimientos de nuestros hermanos».
La mayoría de los 6.000 terroristas pasan primero por Libia antes de partir a Siria o Irak. Algunos pertenecían al grupo terrorista Ansar al Sharia –con presencia en las montañas cerca de Kasserine, frontera con Argelia, y zonas colindantes a Libia– y otros son savia nueva. Según contó a LA RAZÓN Mohamed Iqbel Ben Rejeb, el fundador de la Asociación de Tunecinos Atrapados en el Exterior (Ratta), «sólo en Libia hay alrededor de 1.500 presuntos terroristas tunecinos». Allí se unen a grupos armados, reciben entrenamiento en campamentos (sobre todo en Derna y Bengasi) y, lo que es más importante, se sienten útiles, especiales e incluso a veces reciben un sueldo. Dos de cada cinco menores de 30 años están en paro en una sociedad joven, caldo de cultivo para el reclutamiento entre la juventud tunecina.
Asimismo, como remarca Yigal Carmon, presidente del Middle East Media Research Institute, tras la caída en 2011 del dictador «Ben Ali, muchos jóvenes tunecinos se sintieron identificados con los sirios en su lucha contra la dictadura de Asad», pero también es clave remarcar que «en los primeros años de transición en Túnez se permitió a los movimientos islamistas florecer».
Los nuevos gobiernos se han puesto como prioridad la seguridad en el país tras sufrir varios atentados yihadistas. En 2015, fallecieron 59 personas a manos de terroristas que pertenecían al Estado Islámico. Los ataques contra turistas en el Museo del Bardo y en la playa de Susa dieron la puntilla al turismo, un sector que ocupaba al 10% de la población del país y que ya descendió notablemente tras la revolución tunecina. En febrero y para reducir el flujo de combatientes que pasan de Libia a Túnez y viceversa, se terminó la primera fase de construcción de un muro en la frontera. Y es que tener a un Estado fallido como vecino no pone nada fácil la lucha antiterrorista.
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