Estreno

La CND marcha al Japón militar

«Nippon-Koku», de Marcos Morau, supone una reflexión sobre la autoridad y cuestiona el papel de la sociedad frente a ella

Un ensayo con Tamako Akiyama en primer término
Un ensayo con Tamako Akiyama en primer términolarazon

Con la mirada puesta en la sociedad, alejada de la frecuente abstracción de la danza contemporánea, «Nippon-Koku» nos propone un estimulante ejercicio en una época en la que la autoridad se pone a menudo en cuestión: nos hallamos frente a un grupo de poderosos altos cargos de algún ejército que, sin embargo, no tiene a nadie a quien mandar. Bajo el paraguas del pensamiento de Yukio Mishima, escritor y dramaturgo japonés, la lectura puede ser que, tal vez, no seamos tan diferentes a ese grupo bélico que se prepara, ansioso, para entrar en acción pero que, a la vez, está aterrorizado ante la llegada de ese momento.

El bailarín como autor

Marcos Morau (Premio Nacional de Danza 2013 y fundador de La Veronal, un colectivo de artistas de diferentes disciplinas) despliega a partir de esta reflexión sobre el poder y la autoridad una obra creada para la Compañía Nacional de Danza que celebra hoy en Madrid su estreno absoluto. «En La Veronal siempre nos ha interesado Mishima y sus ideas de belleza y melancolía en unión con aquellas militares y fascistas. También el suicidio, el acto de poder máximo sobre uno mismo», explica el coreógrafo. Lo hace con un escenario particular, Japón, «una especie de paisaje mental que no tiene por qué corresponderse con el real», añade Morau, que construye, como hiciera Kieslowski en los ochenta, un decálogo donde cada pieza toma como punto de partida un país o ciudad. Bajo estas premisas, Morau crea una pieza a partir de la improvisación «hasta llegar a la fijación. En este viaje, el bailarín se convierte en una especie de autor», aclara el coreógrafo, que, en esta ocasión, despliega su filosofía del movimiento a través de unos bailarines, los de la CND, que desconoce. «Llevo dos meses trabajando con ellos y creo que hemos seguido un camino de acercamiento y confianza». En este caso, esa confianza cobra una importancia mayor aún si cabe que en otros casos, ya que Morau no es un coreógrafo de movimientos, sino de escenas: «Cuando planteo una obra pienso siempre en su composición; tengo un "storyboard"diseñado que pongo en escena, pero no esa fijación por el movimiento porque no soy bailarín. Dónde sucede la danza es en la danza misma y me gusta que exista esa libertad. Las capas de lectura pueden llegar a ser bastante profundas en mi opinión», explica Morau, que, como él dice «hace dos días era un joven emergente, pero el Premio Nacional me situó en el punto de mira. Sé que lo que cuesta encontrar un espacio para bailar; soy afortunado. Toda mi admiración simplemente por intentarlo», termina.