La Razón del Domingo

De Alaska a Tierra de Fuego

El Papa Francisco siempre ha creído en la construcción de una unidad colectiva en América Latina

Una mujer enseña en Buenos Aires una fotografía con el entonces cardenal Bergoglio
Una mujer enseña en Buenos Aires una fotografía con el entonces cardenal Bergogliolarazon

El Papa Francisco siempre ha creído en la construcción de una unidad colectiva en América Latina

El martes 12 de marzo, con el canto del «Veni Creator», los cardenales entraban en la Capilla Sixtina y comenzaba el segundo cónclave del siglo XXI. Con ello significaban ante el mundo que se ponían bajo la guía del Espíritu Santo para elegir a quien había de suceder a Benedicto XVI y continuar en la estela de un pontificado que todos han coincidido en llamar luminoso por su orientación teológica y firme por sus decisiones concretas. En poco más de 24 horas los cardenales cumplían su misión. El Espíritu regalaba a la Iglesia un papa al que «habían ido a buscar casi al fin del mundo» y que tomaba el nombre de Francisco. Entre los estrenos de este nuevo pontificado se encontraba el ser el primer jesuita, el primero en asumir el nombre del «poverello di Assissi» y el ser el primer papa del continente americano.

Esta última clave continental es la que nos interesa profundizar un poco más para conocer mejor al papa Bergoglio, quien ha de regir la nave de la Iglesia en los próximos años y que, como titulaba el pasado miércoles LA RAZÓN, es «un papa que reza en español». América Latina tiene, desde la Iglesia Católica, muchas cosas que decir al resto del mundo y un papa argentino con apellido italiano será, a buen seguro, autorizado y carismático portavoz de esta tarea. Desde que en 1998 fuera nombrado arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina ha desarrollado un pensamiento y un magisterio significativo que se ha dejado sentir no sólo en su nación, sino en las Conferencias continentales del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), especialmente en su última cita celebrada en Aparecida (Brasil) en 2007.

Construcción nacional

En el año 2005 desplegaba una densa contribución dentro del marco de unas Jornadas de Pastoral social bajo el título «Una nación por construir». Bajo las claves de la utopía, el pensamiento y el compromiso explicaba que pensarse como una nación comporta el esfuerzo de llevar adelante un proyecto colectivo a través del trabajo de la comunidad en toda su diversidad y complejidad, identificando cuáles son los problemas de fondo que le afectan para, a partir de ahí, pensar un país mejor para todos: «Ante la crisis profunda, la Providencia nos da una nueva oportunidad, que es a la vez un desafío: constituirnos en una comunidad verdaderamente justa y solidaria, donde todas las personas sean respetadas en su dignidad y promovidas en su libertad, en orden a cumplir su destino como hijas e hijos de Dios». En esta línea utilizaba la imagen del Buen Samaritano para la reconstrucción de la nación y utilizaba la célebre expresión que dio nombre a un recopilatorio de homilías en fechas significativas para los argentinos: «Ponerse la patria al hombro» (Ed. Claretiana, 2013). Con ella expresaba el deseo gratuito, puro y simple de querer ser Nación, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído.

En clave de misión

La convicción de la V Conferencia del Celam, donde el cardenal Bergoglio tuvo una relevante participación, fue definirse en misión continental y orientar todo desde la clave de la nueva evangelización. Un anuncio del Evangelio que debe superar resistencias y ha de salir al encuentro del otro. Se trataría de recuperar el «fervor apostólico» como «la dulce y confortadora alegría de evangelizar», de «proclamar con alegría la Buena Nueva conocida gracias a la misericordia del Señor». Estas claves conectarían perfectamente con la invitación del Papa Benedicto XVI a toda la Iglesia al convocar el Año de la Fe llamando a todos los cristianos a redescubrir la alegría de creer y el gozo de comunicar el Evangelio (Porta fidei, n. 7). Para ello no hacen falta iniciativas o eventos extraordinarios, sino experimentar que «es lo ordinario lo que se puede hacer en clave misionera». Por eso, pensaba el arzobispo de Buenos Aires, «la joyita del documento es el capítulo dedicado a la piedad popular», tan importante en la Iglesia, especialmente en el continente americano.

Compromiso social

Han sido otras dos constantes en el magisterio del cardenal Bergoglio que ha dejado su impronta tanto en clave nacional como en clave continental. Su denodada defensa de la vida, su permanente reivindicación de la familia en un país donde las leyes empezaban a menoscabar los derechos de los matrimonios, su denodado apoyo a los ancianos en medio de una sociedad «que los descarta», su denuncia de un «reduccionismo antropológico que lleva a un terrorismo demográfico» le han convertido en un verdadero heraldo de la verdad del Evangelio. Todo ello sin olvidar la construcción de una Iglesia más sencilla, fraterna, mucho más cercana al mundo de los pobres. Para llevar adelante este compromiso de fe y de renovación social ha puesto la clave en el servicio. Si, como él anuncia y vive, «El verdadero poder es servicio» (Pub. Claretianas, 2013), entonces todo cristiano se ha de sentir urgido a entrar en el territorio de la servicialidad, por las enseñanzas y el ejemplo de Jesús que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por los demás (cf Mc 10, 42-45).

Universidad Pontificia de Comillas

El Pastor del fin del mundo

Se abre un tiempo de novedad y expectación cristiana. La Iglesia Católica mira hoy al continente americano desde Alaska al cabo de Hornos: el continente de la esperanza. Sur y Norte unidos por la fe que se irradia al todo el orbe católico. El Espíritu ha regalado el Pastor universal que su Iglesia necesita en este momento: Francisco, el primer papa hispanoamericano llamado a unir continentes, el sucesor de Pedro al que los cardenales fueron a buscar «casi al fin del mundo» para que pueda acercar la verdad del Evangelio hecha caridad a cada hombre y mujer de nuestros días. Dios le guíe y le guarde. (En la imagen, un periódico de Nicaragua).