Cataluña

¿Nosotros no somos nada?

Al contrario de lo que piensa el nacionalismo catalán, la defensa de la Constitución no es una opción identitaria sino un ámbito de concordia

¿Nosotros no somos nada?
¿Nosotros no somos nada?larazon

Al contrario de lo que piensa el nacionalismo catalán, la defensa de la Constitución no es una opción identitaria sino un ámbito de concordia

Constituye un lugar común del nacionalismo catalán de derechas o de izquierdas la afirmación de que si en Cataluña hoy se discute sobre su independencia de España esto es porque el nacionalismo español hoy, como siempre, ha negado a Cataluña su reconocimiento como nación. Dicho en sus propios términos, el nacionalismo español, de derechas o de izquierdas, se habría negado a reconocer el carácter plurinacional del Estado. Resulta cuanto menos paradójico que para estos nacionalistas aquello que sea una nación se sustancie únicamente en la existencia de un sentimiento colectivo de identidad que, si no se ve ratificado en el orden legal por aquellos que no participan de él, resulta agraviado. Por las mismas razones, estos nacionalistas deberían reconocer el carácter nacional de España, puesto que aún hoy la inmensa mayoría de los catalanes manifiestan que se siguen sintiendo españoles. Sin embargo, no lo hacen. Los nacionalistas catalanes nos dicen que todos somos nacionalistas pero el ejercicio del reconocimiento únicamente han de realizarlo aquellos a los que, paradójicamente, ellos mismos no reconocerán jamás su identidad nacional. España, en su discurso, no es nunca una nación sino un Estado. Algo que, por cierto, le gusta repetir a Artur Mas. Bajo este punto de vista, el Estado español, lo que los nacionalistas españoles llamarían España, es un ente artificial y, por tanto, de naturaleza contingente que, por medio, de la fuerza y de la violencia busca formar una nación artificial sacrificando las verdaderas naciones, naturales, que habitan su territorio.

En suma, que para el nacionalismo catalán todos somos nacionalistas, pero no de la misma manera. Los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos defenderían una nación natural y, por tanto, errados o no en los medios que utilizan para convertir sus naciones en estados, tienen a su favor el defender una causa legítima. Sin embargo, los nacionalistas españoles defenderían una nación antinatural, artificiosa, que al no acomodarse al orden natural de las cosas resulta indefectiblemente violenta. De modo que, con toda naturalidad, los nacionalistas catalanes nos dicen que lo que ha de hacer el nacionalismo español para abandonar su violenta catalanofobia es reconocer a Cataluña como nación e, implícitamente, renunciar a la suya propia, esto es, a España. En resumen, que la reiterada demanda del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado no significa otra cosa que la exigencia de renuncia a la idea de España como nación por parte de aquellos que participan de este sentimiento de identidad. Los españoles habrán de rendirse.

En la práctica, esto significa que o el Estado reconoce el derecho a la independencia de Cataluña o los catalanes habrán de tomársela. Planteadas así las cosas, el conflicto entre nacionalismos parece inevitable puesto que para los nacionalistas catalanes cualquier acuerdo que reconozca la idiosincrasia de Cataluña será siempre insuficiente desde el punto de vista nacionalista: sólo hay pleno reconocimiento si se acepta que Cataluña es una nación, esto es, un sujeto soberano original con derecho a la autodeterminación. Y puesto que este proyecto significa la abolición de la identidad nacional española, suscitará resistencias que, indefectiblemente, serán calificadas de catalanofobia, de amenaza, y de violencia.

Sin embargo, no estará de más recordar al nacionalismo catalán que su cuadro maniqueo puede resultar útil en tiempos de tribulación para movilizar la demagogia populista, que también puede acabar por desbordarlos, pero eso no hace que sus axiomas sean más verdaderos. La identidad catalana, sea lo que sea, no es un ente natural, no aparece en la lista de la creación, no figura en las naciones que surgieron de la confusión de Babel, nadie nace con ella. Cataluña es tan humana y contingente como cualquier obra de los hombres, incluido el Estado español. Es por ello que el nacionalismo catalán es tan legítimo como el español, o mejor, tan ilegítimo como el español.

Identidad colectiva

Porque, al contrario de lo que sostiene el nacionalismo catalán, no todo es nacionalismo. Frente a la ideología del nacionalismo, que afirma el carácter prepolítico, natural, de la nación y que fuerza la realidad para amoldarla con violencia a tal proyecto, por ejemplo realizando una política de secesión, esto es, de exclusión, está la política constitucional, que no está dirigida a realizar experimentos de ingeniería social y política sino a acomodar pacíficamente el conflicto integrando. Esta política constitucional, respetando los derechos de los ciudadanos, ha permitido el mayor grado de autogobierno de la historia de Cataluña. Un autogobierno que, basado en la lealtad institucional, está dirigido no a alimentar el nacionalismo sino a garantizar una unión más firme, en la que los ciudadanos pueden desarrollar sus diversos proyectos vitales, incluido su derecho a elegir, cambiar y mantener sus identidades colectivas.

Está política constitucional, reiteradamente despreciada por el nacionalismo catalán bajo la acusación de ser una cortina de humo tras la que se esconde el nacionalismo español, tiene la virtud sobresaliente de que no sacrifica el pluralismo existente en aras de un cuento que se promete con final feliz y siempre acaba mal. Esto es, no lleva la violencia a la sociedad sino que hace que el conflicto se acomode sin violencia. Por eso harían bien los nacionalistas catalanes en adoptar el constitucionalismo frente a la ideología del nacionalismo, porque no exige renunciar a ninguna identidad colectiva y, respetándolas todas, hace de los ciudadanos una única nación.