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¿Salida de prisión o de un concierto?
Hemos tenido que esperar 191 días para ver salir por la puerta de la prisión de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) a Isabel Pantoja después de su ingreso el 21 de noviembre de 2014 por un delito de blanqueo de capitales, por el que fue condenada a dos años de cárcel. La escena ha sido bien distinta a aquélla. Ese viernes vimos a la tonadillera cabizbaja, taciturna, con ropa oscura, las gafas de sol siempre puestas y prácticamente de espaldas, mientras era acompañada por varios funcionarios al interior de las instalaciones. Desde entonces sólo se han podido saber pequeños detalles de su vida entre rejas, de cómo discurría su rutina entre la buena conducta y las labores que ha desarrollado en estos seis meses que incluyen inscribirse en el coro, haberse apuntado a clases de cerámica, a talleres de costura y teatro y ofrecerse a enseñar a leer y a escribir a otras presas. Ayer, sobre las 13:00 horas, un Fiat rojo que conducía su hermano Agustín accedió al interior de la prisión –un trato de favor para que no se arremolinara la gente, igual que la presencia de Policía Nacional y Guardia Civil– y todos los medios de comunicación y casi un centenar de fans que portaban pancartas con frases de apoyo supieron que era el momento que habían estado esperando desde que hace una semana la jueza dio luz verde a su primer permiso penitenciario. Poco más de veinte minutos después se abrieron las puertas de Alcalá de Guadaíra para que TVE y Telecinco abrieran sus informativos con la imagen de la tonadillera saliendo como si de uno de sus conciertos se tratase, con una amplia sonrisa en el rostro y saludando a los medios y a la gente congregada y lanzando besos a diestro y siniestro. Pero esta vez no se escondía. Su vestido no era negro sino de un rojo vivo, uno de sus colores favoritos. También se la vio más luminosa gracias sobre todo a que decidió prescindir de sus habituales gafas de sol y llevar unos brillantes pantalones blancos a juego con un bolso del mismo color que curiosamente se lo ha confeccionado ella misma en la cárcel.
Pero, lejos del circo mediático que siempre se monta cuando Isabel Pantoja pone un pie en la calle, el foro interno de la tonadillera es mucho más normal. Según ha podido saber este diario, desde primeras horas de la mañana Pantoja estaba muy insegura y nerviosa. Su máxima preocupación era que no sabía qué ropa ponerse y estaba muy pendiente de cómo sería su actitud al salir por la puerta de la cárcel, sabiendo que miles de ojos la estarían mirando a través de las cámaras de los fotógrafos y las televisiones. Y equivocada no estaba, puesto que varios matinales han estirado su horario habitual para esperar ese momento. Al final los mejores consejos no han llegado de muros hacia adentro sino de sus compañeras de módulo. Han sido ellas las que le han dejado claro que no podía amilanarse y le recomendaron que saliera sonriendo y con actitud alegre –ella ya tenía claro que lo haría maquillada–, pero, sobre todo, que no se olvidase de llevar la cabeza alta y mirar al frente. Todos los medios del corazón han coincidido en que, a diferencia de Ortega Cano, que al salir de prisión aparecía algo más delgado, en el caso de Pantoja su apariencia hace pensar que ha ganado algunos kilos, aunque entre rejas su fama ha sido la de comer «como un pajarillo» y alimentarse de mucha lechuga.
Sin bienvenida en Cantora
Después de salir de prisión, y siempre cogida de la mano de Agustín, se subió al vehículo que la esperaba y puso rumbo a su destino durante estos cuatro días de permiso, que es la finca Cantora (en Medina Sidonia, Cádiz). Después de una hora y media de viaje para recorrer la distancia entre la prisión y su casa, Isabel Pantoja tendrá un recibimiento por todo lo alto que cumplirá de sobra sus expectativas, ya que desde por la mañana la esperaban en casa sus seres queridos. Su madre, Ana, su hijo, Kiko Rivera, que llegó acompañado de su nueva novia embarazada, Irene, su hermano Bernardo, su sobrina Anabel y algunas de las componentes de su club de fans, son las personas que están en Cantora deseando abrazarla. Pero también se encontrará con quienes ahora mismo quiere pasar más tiempo, como ha confesado a sus amigos cercanos: sus dos nietos, Francisco Rivera Bueno, de dos años y seis meses, hijo de Kiko y Jessica Bueno, y Alberto Isla Pantoja, de un año y tres meses, fruto del matrimonio entre Alberto Isla y Chabelita, que no ha podido reunirse con su madre pues ésta participando en Honduras en el reality «Supervivientes», aunque es posible que se comunique con ella el jueves. Junto a todos ellos disfrutará de sus añorados paseos a caballo y de sus platos preferidos. Y aunque no habrá fiesta de bienvenida según ha podido saber LA RAZÓN, sí que celebrarán los 84 años que cumplió su madre el pasado 26 de mayo. Mientras, tratará de ponerse al día sobre cómo van sus asuntos pendientes. Todavía le queda gestionar el pago a la Agencia Tributaria, tras haber llegado a un acuerdo para que le permita vender su chalé de La Moraleja en Madrid, que le reportaría algo menos de los tres millones de euros que pedía por él, y aún debe hacer frente a la multa por blanqueo de 1,1 millones, de los que ya ha abonado el tercer pago de 200.000.
Isabel Pantoja volverá a ingresar en Alcalá de Guadaíra este viernes y se supone que no tendrá problemas para seguir solicitando el máximo de 36 días de permiso que le corresponden por cada año de prisión gracias al informe favorable de la Fiscalía y de que no existe ningún riesgo de fuga. Eso sí, si quiere desplazarse en la próxima salida más allá de Cantora deberá informar al juez de vigilancia penitenciaria.
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