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Ejemplo de superación

El madrileño que corre medias maratones para curar su epilepsia: «Hasta que las piernas digan basta»

Javier Torija ha encontrado en el atletismo el mejor método para controlar una enfermedad con la que convive desde los siete años y que ha llegado a provocarle hasta 20 convulsiones diarias

Javier Torija entrena en las pistas del polideportivo Dehesa de Navalcarbón, en Las Rozas. Cipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Vestida con bata blanca y sosteniendo con firmeza en las manos los resultados de los análisis, su neuróloga tragó en seco y se dispuso a darle la noticia. «Todo está bien, pero tenemos un pequeño problema: la medicación que llevas tomando 25 años te está causando osteoporosis en la rodilla derecha», le dijo. En aquel momento, a él le invadieron las imágenes almacenadas en su memoria de los kilómetros y kilómetros recorridos con su padre y con su madre detrás de un diagnóstico y, sobre todo, de una solución; los viajes a la caza del mejor especialista a lo largo y ancho del país para parar aquellos ataques que le hacían retorcerse sin control.

«Era 1974 y si ahora la epilepsia es una enfermedad desconocida, entonces lo era mucho más; los médicos experimentaron durante años con todo tipo de medicamentos hasta que dieron con el que, por fin, he conseguido controlar por completo mis convulsiones», narra Javier Torija a sus 53. Así que no podía arriesgarse, no podía volver a las 20 crisis diarias de su infancia, a la inquietud frente a las contraindicaciones de un nuevo antiepiléptico. Y se lo preguntó: «¿Qué opciones tengo?». A lo que la doctora le respondió sin rodeos: «O cambias de tratamiento o empiezas a hacer deporte». Lo tuvo claro. Echó a carrer.

Ha pasado una década desde entonces y hoy Javier no solo sigue controlando su epilepsia y ha remitido la osteoporosis, sino que ha mejorado notablemente su salud: «Me hice un electrocardiograma y una prueba de esfuerzo la semana pasada y la enfermera estaba asustada porque marcaba 42 pulsaciones de frecuencia mínima y 49 de máxima, ¡me dijo que tenía el corazón de Induráin!», cuenta con orgullo el protagonista. Y es que, desde aquel susto, este madrileño afincado en Collado Villalba se ha puesto las zapatillas y ya no se las piensa quitar: «Correr me ha ayudado a fortalecer la musculatura que arropa mis rodillas, pero también mejora la comunicación neuronal y me desinhibe, me cambia la actitud y el ánimo, porque correr no es solo algo físico, es mental», explica este apasionado del atletismo.

A sus 53 años, Javier Torija se prepara para correr su primera maratón en octubre.Cipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Así, lo que empezó siendo casi una práctica por transcripción médica ha acabado convirtiéndose en un modo de vida y en un constante reto personal. «En 2018 me puse como propósito del año acabar diez carreras de diez kilómetros y no solo lo conseguí, ¡sino que hice una más!», ejemplifica el deportista que, satisfecho, continúa relatando sus hazañas: «En 2019 subí el listón y sumé a la apuesta cinco medias maratones y la Spartan Race». Lo logró otra vez, por supuesto, incluida la prueba de obstáculos, famosa por su nivel de exigencia: «Son diez kilómetros y 25 pruebas físicas entre medias, o sea, terminé más que muerto, pero es lo mejor que he hecho en mi vida, porque he demostrado que, aun sufriendo epilepsia, puedo con ello», valora este luchador.

Y el mérito no es para menos, porque, al desafío individual que supone cada meta traspasada hay que sumarle un importante valor solidario gracias al acompañamiento de sus patrocinadores, a los que está muy agradecido: «Hay marcas que apuestan por mí y por mi causa, por lo que, en muchas ocasiones, que yo acabe una carrera significa que otros afectados con epilepsia reciban ayuda en forma de donaciones».

Dos años sin competir

De haberlo sabido, no habría dejado pasar la ocasión de correr aquella San Silvestre. Tres meses atrás, Javier había participado en la Media Maratón Abel Antón, en Soria, y fue la última antes del confinamiento. «El pasado 5 de septiembre corrí la carrera Madrid Norte Sur y fue la primera después de dos años sin ponerme el dorsal; por suerte, vivo en medio de la naturaleza y he podido seguir entrenando, haciendo entre 20 y 30 kilómetros semanales por el monte, ¡que las cigüeñas no contagian el virus!», bromea pese a lo duro que ha debido de ser para él no compartir su amor por el atletismo con otros aficionados durante tanto tiempo. Pero ahora ya solo quiere mirar al frente: «Con el apoyo de mi patrocinador Vocke, el 17 de octubre correré la media maratón de Sevilla y el 31 la maratón de Vitoria, la primera a la que me enfrento…sé que a 35 kilómetros llego, solo me falta un empujón de otros siete para lograrlo», cuenta con ilusión.

Javier Torija ha estudiado Arquitectura Técnica y es padre de un hijo de 15 años, se sacó el carné de conducir a los 27 y dirigió su propia empresa de eventos hasta que la pandemia le dejó sin clientes. En su camino siempre ha habido más obstáculos que el de otros, pero la misma enfermedad que se los colocó en el recorrido le ha enseñado a sortearlos y, por eso, mientras entrena un día más en el polideportivo Naval Carbón de Las Rozas, lo deja claro: «Hasta que las piernas me digan basta, seguiré corriendo».

Javier Torija vive en Collado Villalba con su mujer y su hijo de 15 años.Cipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n
Un libro dedicado a «su gran amiga»
Javier Torija sentía que debía compartir su historia: «Cuando empecé a controlar mis convulsiones, pensé que tenía que ayudar al resto del colectivo a conseguirlo también, y qué mejor manera que contando mi experiencia», explica emocionado. El resultado es «Mi gran amiga», un libro dedicado a la epilepsia que el villalbino empezó a escribir un año antes de la pandemia y que se publicó a las puertas del confinamiento. «Es algo así como hablar conmigo, una historia de superación y motivación, una historia real: la mía», dice sobre su obra Javier, que el próximo 25 de octubre presentará su libro en la biblioteca León Tolstói de Las Rozas.
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