Opinión
Los ciudadanos no son tontos
Cuando hablamos de conflicto social nos referimos a cualquier discrepancia entre al menos dos partes de un sociedad constituida, siendo quizá la más aceptada la definición del sociológico Lewis A. Coser, para el cual consiste en una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales.
Los conflictos sociales en su tratamiento y resolución suelen dar lugar a cambios en la sociedad, si bien hay que distinguir el movimiento lento y perpetuo de cambio que caracteriza el curso incluso en los elementos más estáticos de una sociedad, y aquellos cambios profundos y sustanciales que señalan el colapso y la disolución de un viejo orden social, originando un nuevo sistema; por lo general, estos se han producido mediante una revolución. Los conflictos sociales más intensos que hemos vivido en España en los últimos tiempos han sido generados como consecuencia de la crisis económica de 2008, así como el que estamos sufriendo en Cataluña como consecuencia de las acciones independentistas que han pretendido hacer saltar por los aires nuestro modelo de Estado.
En ambos casos coinciden en un objetivo, intentar demoler el pacto de 1978 en España, y por ello, entre sus agentes más extremos surgen sinergias de actuación. Frente al extremismo de estos agentes, normalmente acompañado de una dosis de vanidad y soberbia, se alza el ciudadano medio que habiendo percibido el dolor causado por la crisis y el conflicto político en Cataluña, no participan de la violencia callejera ni de los actos de revolución. Esto provoca que aquellos que fundamentan su pretendida y pobre acción política en el caos y el permanente conflicto, vean frustradas permanentemente sus perspectivas.
La crisis se ha vencido con un inteligente estoicismo crítico del ciudadano, con el funcionamiento de las redes de solidaridad y la superación empresarial, y el conflicto de Cataluña se superará mediante el uso del sentido común y de la inteligencia colectiva con la que no cuentan mucho políticos. Los ciudadanos valoran lo que tiene y no quieren ponerlo en juego añadiendo caos al conflicto. Algunos creen que el engaño les dará ventaja política y se equivocan, la sociedad atesora más inteligencia de lo que algunos creen, y las urnas lo refieren.