Opinión

El sieso de Iglesias

Intentaré escribir como manda la RAE. Los ojos expertos de los lingüistas nos vigilan y estábamos utilizando «beatlemanía» como si la Docta Casa ya lo hubiera recogido en el diccionario cuando en realidad era todavía un neologismo. Para algunas cosas muy moderna y para otras tan encantadoramente «vintage». Parole, parole. Desde pequeño he oído el vocablo «sieso». Alguien se refería a una persona desabrida y antipática, pero hasta ayer esa acepción no está santificada como la primigenia que se refiere al ano. Pero no son horas de glosar las «Gracias y desgracias del ojo del culo» de Quevedo, que hoy sería el candidato perfecto para dedicar un soneto a Greta Thunberg. Y ahí está «casoplón». Pareciera que los académicos quisieran darle un «zasca» a Pablo Iglesias, «antitaurino», «arboricida» y muy dado a «mensajear» sin llegar a ningun acuerdo, recordando cómo el vulgo llama a su casa de Galapagar, que tampoco es para tanto. El lenguaje transforma la realidad, que es lo que anhela el líder de Podemos, bautizar el mundo como a él le gustaría que fuera. Que vaya pidiendo la vez para un sillón, si le deja Pérez Reverte. «Fascismo», «facha», «gente», «asamblea», «círculos», «patriotismo» «democracia directa». El diccionario de la izquierda es un continuo susurrar para que la lluvia fina cale hasta el último adjetivo. «Franquista». «Solidario». «Sufrimiento». «Autodeterminación». Del centro a la siniestra el personal llega desfondado con una palabra que vence a las demás: «miedo». Se trata de hinchar al perro de Vox que está visto que ya no muerde. La RAE dedica no se sabe a quién, desde luego no a la bancada jacobina que anda en estado de buena esperanza, el término «andropáusico». Para colocar ese cartel habrá que esperar a la noche del domingo.