Opinión
Lacalle y el capitalismo social
Como le he dicho públicamente, mi amigo, y destacado economista, Daniel Lacalle, tiene futuro en la política, porque es capaz de decir una cosa y la contraria (https://bit.ly/32Ivfaq). Lo hace en su nuevo y excelente libro, «Libertad o igualdad. Por qué el desarrollo del capitalismo social es la única solución a los retos del nuevo milenio», que publica Deusto.
Presenta primero una sólida argumentación liberal. Defiende la igualdad ante la ley, pero rechaza la igualdad mediante la ley. La desarrolla con datos que prueban que la desigualdad nociva es la del Estado frente a sus súbditos. Ataca el intervencionismo, el proteccionismo, el capitalismo de amiguetes, los subsidios, y otros unicornios de moda como la renta básica, o no pagar las deudas, o subirles los impuestos a los ricos y las grandes empresas, o la teoría monetaria moderna, que no es ninguna de las tres cosas.
Se aparta de la reverencia habitual a los estímulos monetarios y fiscales, y desmonta los errores keynesianos y monetaristas. Descarta que el Estado pueda crear empleo: lo que hace es ocultar el paro creando una clase dependiente. Y afirma que penalizar el ahorro y cobrar impuestos al éxito es lo contrario a ser progresista.
Pero después de todo esto, aboga por el «capitalismo social», y el lector cae en la cuenta de que no ha sido consistente sobre los límites del poder.
Dice que el gasto público es «elevado», pero no aclara en cuánto habría que bajarlo. Su modelo, como el de los socialistas de todos los partidos, son los países nórdicos, es decir, economías abiertas y mercados flexibles, pero también Estados muy grandes.
Y nos perdemos en colaboraciones público-privadas, inversiones públicas «que se pagan solas», vaporosas recomendaciones a «gastar mejor», y benévolos anhelos: «habría que evitar tener que recurrir a la subida de impuestos». Porque en el capitalismo social los contribuyentes siguen pagando copiosas sumas al Estado, pero éste no protagoniza directamente la oferta de servicios públicos, porque «aplicamos la ideología del libre mercado a problemas y sectores que han sido considerados durante mucho tiempo competencia del gobierno».
Este es el problema: la competencia, no la extensión. En suma, parece que Daniel Lacalle nos aconseja que sigamos de la mano del ogro filantrópico, pero, eso sí, que nos plantemos valerosamente y le exijamos que, de una buena vez, sea eficiente.
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