Política
De Cataluña a Madrid
El problema de fondo sigue siendo similar: la presencia de unas fuerzas empeñadas en un proyecto destructivo
Todavía faltan unas cuantas semanas para las elecciones en la Comunidad de Madrid. Los electores, sin embargo, harían bien en contemplar con cuidado el espejo que se les ofrece en Cataluña. Y no porque Madrid corra el riesgo de padecer movimientos nacionalistas y secesionistas de ninguna clase, sino por la inestabilidad, los problemas de convivencia y el retroceso económico de una Comunidad –la catalana– en la que han triunfado las tendencias centrífugas propias del progresismo español, desde el PSOE hasta los más rabiosos independentistas.
El editorial de ayer de LA RAZÓN precisaba que el respaldo a los nacionalistas (JxCat, ERC y CUP) no supera el 23 % del electorado, y eso después de varias décadas de nacionalización de la sociedad catalana, con los inmensos recursos que este proceso ha tenido a su disposición y la inmensa coacción que ha ejercido sobre esa misma sociedad. El problema, por tanto, tanto o más que en el espíritu y el alcance de las posiciones secesionistas, está en las organizaciones que siguen amparando y apoyando a las organizaciones que las mantienen. El problema de Cataluña no tiene solución, menos aún después de lo ocurrido en estos cuarenta años de democracia. Sí que podría encontrar un cauce razonable si el PSOE y, en general, la izquierda española, no estuviera embarcada en su particular cruzada hispanófoba.
Y es ahí, en ese punto crucial, donde entra, aunque sea por circunstancias sobrevenidas, Madrid. En realidad, no son tan sobrevenidas como puede parecer, porque el motivo último de las elecciones es el movimiento de desestabilización de las Autonomías gobernadas por el Partido Popular, movimiento patrocinado y diseñado desde Moncloa. Se ve que no tenían otra cosa que hacer, como Pablo Iglesias, por su parte, echaba de menos el activismo callejero. En ambas circunstancias, la catalana y la nacional, las cuestiones de identidad (con España de referente negativo) tienen infinitamente más importancia que las que llamamos de gestión, referidas a la prosperidad y el bienestar de la sociedad.
En este aspecto, el contraste entre Madrid y Cataluña no puede ser mayor, empezando por la sanidad, en la que la Comunidad madrileña ha dado un ejemplo de dinamismo y de iniciativa, hasta la fiscalidad. Esta es particularmente relevante. Madrid demuestra que una presión fiscal menor, más racional y más justa no está reñida con la voluntad y la capacidad para invertir en el servicio público, como la colaboración entre el sector público y el privado, tan característica de la Comunidad de Madrid, favorece a ambos. Y sin embargo, a pesar de todas las diferencias, el problema de fondo sigue siendo similar: la presencia de unas fuerzas empeñadas en un proyecto destructivo. Hay por tanto una relación más profunda de lo que parece entre dos cuestiones. La construcción de una fuerza alternativa en Cataluña, aunque sea sin capacidad de gobernar. Y la presencia de otra que sí tiene esa capacidad, en Madrid, y que por eso mismo ha de contribuir a una propuesta nacional, con todas las consecuencias, también sociales y culturales. De Cataluña a Madrid… y viceversa.
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