Historia
Homenaje para dos primos García-Argüelles
Nos debemos dedicar a resolver los problemas de hoy y no a los fantasmas del pasado
El ministro de Universidades, Manuel Castells, acaba de tener, en sede parlamentaria, una metedura de pata antológica, con la que se demuestra el nivel cultural de los que actualmente nos gobiernan. Allí dijo que el autor de La Regenta, Leopoldo Alas «Clarín», había sido fusilado por los franquistas en Oviedo en 1937, cuando en realidad falleció, por tuberculosis intestinal, en 1901. Pero ese despropósito ministerial ha servido para que dar notoriedad al fusilamiento de su hijo, Leopoldo Alas García-Argüelles, rector de la universidad ovetense en mayo de 1931, que fue diputado a Cortes constituyentes en junio de ese año por la coalición republicano-socialista y subsecretario de Justicia con su paisano, el ministro, también asturiano, Álvaro de Albornoz, en el Gobierno presidido por Manuel Azaña (1931-1933), que fue víctima de la represión y que fue ajusticiado en Oviedo el 20 de febrero de 1937.
Pero esa metedura de pata ministerial y ese homenaje que al rector Alas anunció Castells, es una magnífica ocasión para que se recuerde, también, a su primo carnal, Alfredo Martínez García-Argüelles, médico de profesión, que militó en el republicanismo moderado de Melquiades Álvarez, que fue diputado del Partido Radical por Oviedo en 1933 y vicepresidente de las Cortes, y que llegó a ser ministro de Trabajo en el gobierno puente de Portela Valladares del mes de diciembre de 1935. Durante la revolución de Asturias de octubre de 1934, aquella por la que al rector Alas le acusaron de «cooperador» en el juicio en el que le condenaron a muerte, a Alfredo Martínez le saquearon su casa y su consulta y le secuestraron a dos de sus hijos. Por eso tuvo la osadía de condenar en las Cortes, con toda energía, la violencia desatada en aquella sublevación, en un gesto que algunos no le perdonaron. Y, el 24 de marzo de 1936 –once meses antes del fusilamiento de su primo Leopoldo y cuando faltaban cuatro para que estallara la guerra civil–, al llegar a su domicilio ovetense, se le acercó un hombre que le disparó con su revólver, cayó herido, y poco después se le acercaron otros individuos que lo remataron de dos disparos, falleciendo al día siguiente, no sin antes haberse reconciliado con la Iglesia y haber perdonado a sus enemigos. A pesar de que las pistas eran claras, esta acción quedó en la mayor de las impunidades durante el gobierno del Frente Popular, porque a este no le interesaba descubrir a sus autores.
Al comenzar la guerra civil, por haber dicho que la Constitución de 1931 era papel mojado y no reflejaba el sentimiento nacional, Melquiades Álvarez acabó, como tantos otros, en la Cárcel Modelo de Madrid. Y, quizás, porque el órgano periodístico del socialista Largo Caballero, Claridad, decía que en la Modelo los presos políticos se daban la gran vida, el 21 de agosto de 1936 un grupo de milicianos «tomaron» esa prisión hicieron una selección de los peces más gordos y los mataron, entre ellos exministros republicanos como Martínez Velasco, Rico Avello o Álvarez Valdés, y el propio Melquiades Álvarez, que había sido el primer jefe político de Manuel Azaña y a quien éste dejó fusilar siendo presidente de la República. Fue tan terrible lo que allí sucedió que el también socialista Indalecio Prieto declaró: «La brutalidad de lo que aquí acaba de ocurrir significa, nada menos, que con esto hemos perdido la guerra».
Desde entonces, desde el terror rojo y el terror azul que costaron la vida a los dos primos García-Argüelles, han pasado 85 años, por ley de vida todos sus verdugos hace tiempo que ya no están entre nosotros y, como decía el emperador Carlos V, les debemos dejar reposar, porque ya han encontrado a su Juez, y nos debemos dedicar a resolver los problemas de hoy y no a los fantasmas del pasado. Por eso, teniendo muy presente la alocución que Manuel Azaña pronunció en el Ayuntamiento de Valencia en julio de 1937, en la que clamó: «Paz, perdón, piedad», en el homenaje que anunció el ministro Castells se debe recordar a los dos primos: al rector Alas García-Argüelles y al ministro Martínez García-Argüelles y se debe aprovechar esa ocasión para hacer justicia, para reconciliar familias y para cerrar heridas que todavía puedan seguir estando abiertas de esa etapa tan triste de nuestra Historia. Pero me temo que esto no será posible porque con la maniquea ley de Memoria Histórica se fomenta la hemiplejia y solamente se puede reivindicar a los caídos del bando republicano.
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