Cargando...

Política

Maya y Valls

La publicación del nuevo libro de Félix Ovejero, «Secesionismo y democracia», coincide con la inminente salida de Manuel Valls de la vida pública española, anunciada en una entrevista extraordinaria con Arcadi Espada. Ovejero, al que Fernando Savater tiene por el mejor pensador político de España, demuestra en cien páginas deslumbrantes que la pretensión de separar a los ciudadanos y la obsesión por abolir derechos son incompatibles con el cableado democrático. Valls vuelve a Francia tras corroborar la hecatombe de una izquierda que opera como ama de llaves de la ultraderecha nacionalista, a la que justifica, ceba y encala. Su abandono invita a una saudade con bien justificadas causas. En España, año 2021, el pensamiento comprometido con los valores republicanos, profundamente compatibles con la monarquía parlamentaria como forma política, ha sido arrinconado por las fuerzas del culto mortecino a los muertos, pujante en Cataluña, País Vasco, Galicia y, en tiempos más recientes, Baleares, Valencia y Asturias, más el odio reconcentrado, bravío y chungo, a la derecha democrática y a cuanto representa. Nada ilustra mejor esta deriva que la comparación de los sucesos últimos en Cataluña y Madrid. En la primera, reeditan gobierno los mismos que atacaron la Constitución y alentaron un corrimiento de tierras insurreccional cobijado en argumentos profundamente retrógrados. En la segunda ganó las elecciones un partido, el PP, comprometido con los valores constitucionales, el europeísmo y la defensa del universalismo, que son o debieran de ser el mínimo común denominador, el metro de platino iridiado, para cualquier demócrata español. Pues bien, mientras la reimpresión del facsímil identitario catalán no provoca aparentes problemas de conciencia a la crema de la intelectualidad próxima a los partidos en Moncloa, la magnífica victoria de Ayuso fue saludada como el equivalente del Saco de Roma o, si prefieren, la caída de la línea Maginot bajo las orugas de los Panzer. El desajuste entre la realidad y sus interpretaciones sólo puede achacarse a la repulsión que algunos sienten por cuanto no comulgue con las cosmovisiones más indulgentes con los nacionalismos. Valls dice chau y me pregunto por el futuro de un país que prefiere a la abeja maya antes que al ex primer ministro francés.