PSOE

Redondo, entrevista con flequillo

Han descendido a su donostiarra divinidad a la tierra a gorrazos y lo han convertido en un pelele. Ayer era Dios; hoy, un friki.

Notas del cuatro de octubre, Iván Redondo en lo de Évole se olvidó de que los asesores también necesitan un asesor. El mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio, ¡Y Redondo, cómo expiaba! El cuadro que se ha pintado lleva por título ‘España crucificando a Iván Redondo’. Hace seis meses, hablaban de él como si fuera el genio de la lámpara los mismos que ahora lo deshacen. Siempre me ha llamado la atención el argumento de que estamos como estamos por culpa de Iván Redondo, como si fuera un demonio que toma forma y sofroniza de pronto a Pedro Sánchez. A quién retrató la entrevista de Redondo es a Sánchez. Sánchez es obra de Redondo en la medida en la que Redondo es obra de Sánchez, y son reflejo de un mundo relativista, histérico y hecho de verdades gasesosas donde nada es cierto, donde Cristo es el personaje de una serie, y se escapan latiguillos en inglés, dicho esto ‘In my opinion’. Si los Redondos volaran, no se vería el sol, pero aquí estamos, echándole la culpa a este, descendiendo su donostiarra divinidad a la tierra a gorrazos y convirtiéndolo en un pelele. Ayer era Dios; hoy, un friki.

En realidad, yo venía a escribir del flequillo de Iván Redondo, que es un tema peliagudo. Cuando en Cádiz en la conversación abordábamos algún tema complicado, violento o que implicara algún tipo de vergüenza, mi amiga Fátima Vila advertía que el asunto tenía “pelo”. Cuánta gente hablando del pelo de Redondo: lo acusan de fraude, piden el VAR. Hay una crónica gubernamental y capilar en la que le vienen a achacar que representa el papel de vendedor de crecepelo con una frente Made in Turquía.

Se dice de un dirigente que no tiene un pelo de tonto o que nos está tomando el pelo. Yo en cambio creo que en la política española hay demasiado pelo. Cuando veo a uno de esos líderes mesándose la melena, sospecho que está más pendiente de la amante que de España. La calva, sin embargo, es señal de fiabilidad incluso en Iceta, que a propósito se deshace de ese solemne aspecto craneal saliendo a bailar la danza de los siete velos en cuanto tiene ocasión. Con calvos me refiero a los del PNV, cuyo lema bien podría ser ‘Poco pelo, buena gestión’. Andoni Ortúzar, vende una moto como todos, pero le miras la cabeza y te crees que la moto tiene los kilómetros que dice el anuncio.

Me parece muy bien que Redondo luzca sobre la frente un recuerdo de Estambul, si es que ha estado. No entiendo esta acusación jocosa de fraude a todo el que se planta cabello. Claro que la broma es fácil. Conocí a un hombre muy pequeño al que habían plantado el pelo en pequeñas matas separadas unas de otras que parecían agujeros y que le daban un aire muy cómico; le puse de mote ‘Salerito’. El tema capilar y político de Redondo es injusto, pues el trasplantado se convierte en ilegítimo a ojos de calvos celosos que conspiran para no serlo. Yo mismo estoy juntando para un flequillo.