Ely del Valle
Alguno habrá...
En la etapa Zapatero, las aportaciones privadas al PSOE sumaron 13 millones de euros a los que habría que añadir la generosidad de varias entidades financieras que llegaron a condonar el pago de los intereses de demora de algunos créditos que ascendían a 29 millones. Nada que objetar mientras el Tribunal de Cuentas no establezca que hubo algún trueque bajo mano. Que los partidos se financien, entre otras cosas, con aportaciones privadas de dinero es algo amparado hasta ahora por nuestro sistema. No es por lo tanto de extrañar que cada año las organizaciones políticas hagan hucha gracias a quienes voluntariamente les llenan el cestillo. El problema surge cuando lo que se pretende es comprar favores a golpe de talonario, y no hace falta ser Einstein para concluir que el mundo no se caracteriza por tener superávit de almas desprendidas. El hecho de que durante los últimos tres años de Gobierno socialista el PSOE cuadruplicara el recibo de aportaciones privadas con respecto al PP, que cuenta con mayor número de afiliados, nos confirma la sospecha de que tras muchas de las donaciones a los partidos hay un interés que va más allá de restar años de purgatorio. Recibe mucho más quien está en disposición de hacer favores. Es lo que el escritor Hugo Ojetti definía como el negocio de la generosidad, y los demás como «blanco y en botella». Por eso era imprescindible dejar fuera del sistema de aportaciones a las personas jurídicas y la condonación de deuda por parte de los bancos. La transparencia se impone con urgencia para dejar libre de sospecha no sólo a quienes manejan los dineros de los partidos sino también a quienes, sin más pretensiones que la de desgravar impuestos, deciden dar su dinero para sostener a un partido. Servidora no conoce a ninguno, pero digo yo que alguno habrá... ¿no?
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