Francisco Marhuenda
Banalizar el odio en la red
La libertad de expresión no es un pase de libre circulación por el Código Penal. No puede ser que las redes sociales se hayan convertido en un ámbito de impunidad donde se pueda insultar, denigrar y promover el odio mientras muchos permanecen indiferentes porque esas agresiones no les afectan a ellos. No es un tema sólo europeo sino mundial. No se trata de censurar o impedir la crítica, sino de poner coto a los desmanes de aquellos que se esconden en el anonimato para cometer auténticas barbaridades. Una democracia se tiene que proteger de aquellos que no respetan las instituciones e ignoran los derechos de los demás. La banalización del odio es el síntoma de una enfermedad más profunda e inquietante. La existencia de energúmenos no me sorprende porque pasa en cualquier sociedad. El problema surge cuando algunos critican lo que sucede a la vez que hablan de libertad de expresión y remiten a unas normas jurídicas que necesitan actualizarse para hacer frente a unos delitos que cada vez son más complejos de perseguir. Tras la victoria del Maccabi de Tel Aviv en la Euroliga de Baloncesto hubo más de 18.000 mensajes de twitter contra los judíos e incluso algunos incitando al odio. La posición de las redes sociales es muy cómoda porque no asumen ninguna responsabilidad, a diferencia de lo que sucede en los medios de comunicación, que la tenemos sobre todo lo que publicamos. Las redes se limitan a conseguir ingresos multimillonarios. Los comentarios antisemitas son terribles, como lo son los que sufren muchos políticos de todo signo, así como periodistas y otras muchas personas. Es un odio inquietante que no se puede banalizar y tiene que ser perseguido.