China tiene un nuevo arma que puede cambiarlo todo: drones del tamaño de un mosquito preparados para el campo de batalla

China ha revelado un dron del tamaño de un mosquito diseñado para misiones encubiertas. Desarrollado por un laboratorio vinculado al ejército, mide apenas una falange del dedo y resulta capaz de volar y posarse como un insecto real. Su objetivo principal es el reconocimiento en entornos urbanos sin ser detectado.

Este avance forma parte de una carrera global por miniaturizar la tecnología militar. Aunque enfrenta retos en autonomía y comunicación, deja claro que la tecnología china avanza a pasos agigantados.

El tamaño importa

China ha mostrado al mundo un microdron del tamaño de un mosquito. El dispositivo ha sido desarrollado por la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa (NUDT), una institución vinculada al ejército chino, y su presentación oficial ha tenido lugar en el canal estatal CCTV-7, especializado en programación militar.

Su diseño imita la anatomía de un insecto. Cuenta con una estructura alargada en forma de exoesqueleto, alas y tres diminutas patas que le permiten posarse con delicadeza sobre múltiples superficies. Según sus creadores, su objetivo principal es el reconocimiento en entornos hostiles, donde el sigilo y la discreción resultan cruciales.

No obstante, su reducido tamaño también implica desafíos técnicos considerables. Entre ellos destacan las limitaciones en batería, alcance y carga útil, que continúan siendo problemas habituales en la microtecnología.

China no es el único país que trabaja en microdrones. Noruega ha desplegado con éxito el Black Hornet, un dispositivo similar utilizado por sus tropas para observación táctica en el campo de batalla. Por su parte, instituciones como Harvard han trabajado en prototipos con un enfoque más civil, centrado en agricultura y polinización, como el RoboBee, que ya presentó hace 11 años. Por otro lado, hace apenas dos meses, en California, se presentó el robot más pequeño del mundo.

Por ahora se desconoce si el dron está listo para producirse en masa. No obstante, su mera existencia indica que el futuro de la guerra (y de la vigilancia) apunta a ser más pequeño —y silencioso— que nunca.