José Antonio Álvarez Gundín

Cataluña y la solidaridad

Durante años, los nacionalistas catalanes alargaron una mano para atrapar las ayudas europeas que llegaban vía Madrid, mientras con la otra racaneaban su contribución a la caja común murmurando el mantra «España nos roba». La solidaridad que tanto reclamaban de Bruselas, la regateaban a los demás españoles. Si la UE hubiera aplicado a Cataluña el mismo rasero fiscal que Mas y Junqueras pretenden aplicar al resto de España, los catalanes habrían perdido en los últimos años más de 30.000 millones de euros en ayudas, subvenciones y fondos sociales. Un cuantioso caudal financiero que, por cierto, no siempre distribuyó la Generalitat con criterios de justicia y equidad, sino atendiendo a filiaciones y afinidades nacionalistas.

La solidaridad europea ha sido providencial para todas las comunidades y sin ella el desarrollo de Cataluña habría sido mucho más lento y penoso, los payeses habrían abandonado sus masías; los pescadores, sus barcos; miles de industriales, sus empresas; y la cohesión interna de la sociedad catalana se habría cuarteado gravemente. Europa se ha forjado gracias a la generosidad de los más poderosos, que han propiciado la convergencia económica y el desarrollo equilibrado de todos sus miembros. No lo hicieron por cándido altruismo, sino por conveniencia y convicción de que no hay futuro próspero sin unidad de mercado. Ni Alemania, primer contribuyente, ni Francia se refugiaron en el victimismo para justificar mezquindades o cicaterías con los países menos desarrollados. Del mismo modo, sin la solidaridad entre territorios que estableció la Constitución, España difícilmente habría entrado a formar parte del club europeo, porque la brecha interna habría sido tan insalvable que no habría podido cumplir con las condiciones de la integración monetaria. Sin embargo, los separatistas catalanes han alimentado hasta la náusea la política de la queja y la lamentación del avariento, al que lo suyo le parece poco y excesivo lo de los demás. Sus vidas se resumen en coleccionar agravios. Ocultan, sin embargo, que si Cataluña se ha beneficiado de las ayudas europeas ha sido gracias a su pertenecia a España, pues de haber sido independiente estaría en el grupo de los contribuyentes netos por su nivel de renta. En ese caso, ¿también entonarían el «Europa nos roba»? Se paga más no por ser catalán o madrileño, sino por ser más rico. Quien reniega de una Europa de dos velocidades no puede pretender que España se divida entre los lentos pobres y los ricos rápidos. Aunque sólo sea por mero cálculo egoísta, conviene el apoyo mutuo.