María José Navarro
De perfil
Hoy es el cumpleaños de mi madre. Una superviviente de su tiempo. No tuvo apenas nada para comer en su infancia, apenas tuvo un colegio y una educación chiquita. Si había un huevo se lo daban a la hermana de cinco que estaba siempre más delicada y mi abuela mandaba entonces a mi mamá a vender en la estación de trenes de Plasencia los churros que mi yaya cocinaba gracias al estraperlo. Se fue de casa a trabajar a Madrid pero su tiempo, de la que fue superviviente, le inculcó que una mujer de treinta años debía casarse para ser una chica sin mácula y sin sospecha alguna. Y la cagó. No eligió bien porque no lo hizo libre y conscientemente, quizá nunca debió hacerlo. Quizá tampoco el mundo se hubiera perdido nada sin mí. Durante el tiempo en el que trabajó en Madrid lo hizo en una empresa que fabricaba televisores, los primeros que llegaron a nuestras casas en España. Vivía en un piso compartido con otras chicas que también tenían un trabajito y les daba para reírse alguna vez, para salir a tomar un cafelito y bailar gratis. Y un día, en una boda, conoció a mi padre y se casó. Se cambió de ciudad, se le acabó la risa y tuvo que volver a encontrar cualquier trabajo porque la única que ponía dinero en casa era ella y yo ya llegaba. Primero cosió servilletas y delantales en casa, con su máquina particular. Luego saltó a un taller de pantalones donde se supone era una encargada pero cobraba como una principiante, siempre menos que cualquier muchacho. Después fue encargada oficial. Cobraba un poco más pero su nómina nunca lo reflejó. Y más tarde pasó a una tienda donde se vendían esos pantalones y si su jefe le daba el sueldo era una suerte. Así pasamos muchos años, muchos, Señor Rajoy. El otro día le hicieron una pregunta directa en una entrevista de radio. ¿Deben cobrar las mujeres y los hombres lo mismo por el mismo trabajo? Y Vd contestó: «No nos metamos en eso». Voy a contarle a mi madre, que hoy cumple ochenta y tres años , que pasado todo este tiempo el Presidente del Gobierno de su país ( del mío, de tantas mujeres como ella y como yo, de tantas tías que creen que ha llegado nuestro momento, incluso de su propia esposa) considera que no hay que meterse en eso. Venga, siga Vd con el ciclismo.
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