Julián Redondo

Diez días de mayo

La Razón
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Detestan los futbolistas ir a la huelga, pero la convocan y aunque no lo reconocen les asustan las consecuencias de eso que la Federación, aliado de conveniencia, matiza como paro indefinido. En diez días urge desbloquear el estado de sitio en que se encuentra el fútbol por una razón innegociable en el caso de la AFE: el dinero. Los motivos de Villar y de algunos de sus directivos parecen de otra índole: el orgullo, o el poder, o la antipatía, o la sombra del Rey Sol –«El fútbol soy yo»–, o vaya usted a saber, porque este caso es más complejo. Desde que en España empezaron a negociarse los derechos televisivos del fútbol, con cada mochuelo en su olivo y la FEF en el suyo, los poderosos se las apañaron para sacar la mejor tajada y los pobres, como todos los pobres del mundo, tuvieron que conformarse con las migajas. Tras 25 años de combates dialécticos, por petición expresa de la LFP, la FEF y la AFE intervino el Gobierno (CSD) para ordenar el caos y sacar del atolladero la venta de los derechos centralizados. Querían un real decreto y se hizo. Si algún operador firma, habrá dinero para todos, más de lo que imaginaron. Hubo conversaciones para modelarlo. La AFE quiso un 5% del pastel y recibió un 0,5 por respuesta que se quedó en agua de cerrajas por un desliz... En «Siete días de mayo», John Frankenheimer propone un golpe de estado contra el presidente estadounidense en plena Guerra Fría. En estos diez días, cuando el dinero ya no es suficiente, la asonada podría ser un fin; pero como dijo Miláns del Bosch: «Sacar los tanques a la calle es fácil; lo difícil es meterlos». Que no se les vaya de las manos.