Alfonso Ussía
El boomerang
La juez que ha condenado injustamente a Hermann Tertsch –que jamás denunciaría las injusticias judiciales que padecemos los que escribimos y trabajamos en La Razón–, ha intentado machacar al columnista de ABC y en lugar de una sentencia ha lanzado un «boomerang» que ha alcanzado de lleno a su protegido. El protegido es Pablo Iglesias Turrión, también conocido como «el Sufriente», por lo mucho que lamenta las muertes, más de un centenar, de los venezolanos que combaten la dictadura de su sangriento financiero.
Hasta la aparición de la sentencia que condena a Hermann Tertsch a indemnizar a un miembro de la banda terrorista FRAP, hijo de un miliciano que entregaba a inocentes a las checas para que fueran fusilados, y padre de Iglesias Turrión, «el Sufriente», muy pocos sabían de las andanzas del abuelo y del padre de quien busca el amor en las miradas y besa los labios de los suyos. Hermann Tertsch se limitó a comentar un escrito publicado en «Villafranca Hoy» en el año 2015 con el título «El abuelo villafranqués de Pablo Iglesias fue juzgado por hacer sacas en el Madrid republicano». En el referido escrito, que no mereció atención alguna por parte del padre de Iglesias –el agraviado–, ni de Iglesias, ni de los defensores y amigos de Iglesias, ni de los jueces dispuestos a meternos en la cárcel a quienes recordemos de dónde viene Iglesias y aventuremos hacia dónde vamos con Iglesias si algún día se alza con el poder, se reproducen fragmentos de la declaración de la viuda y hermana de dos inocentes a los que el abuelo del Sufriente detuvo con brutalidad y entregó a las milicias de una checa madrileña para que fueran fusilados en la Pradera de San Isidro, el toque culto y pictórico de los asesinatos.
La declaración judicial de María Ceballos Zúñiga y Solís no admite dudas. Cuando manifestó lo que sigue a la justicia, al sufriente le faltaban decenios para ser dado a luz. En ella afirma que Manuel Iglesias Ramírez, de Villafranca de los Barros, como ella, estaba en la partida de milicianos que el 7 de noviembre de 1936 detuvo a su marido, Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes, marqués de San Fernando, y a su hermano, Pedro Ceballos Zúñiga y Solís, los cuales fueron trasladados y entregados a la checa de milicias sita en el número 43 de la calle de Serrano, y fusilados en la Pradera de San Isidro.
Y que, junto a Manuel Iglesias Ramírez (el abuelo de Pablo Iglesias), con la confirmación de otros testigos del hecho y la confesión de algunos de los acusados, se juntaban Ángel Medel Larrea, Manuel Carreiro «el Chaparro», Jesús Yuste «el Cojo de los Molletes», Antonio Delgado «el Hornachego», así como los milicianos «el Vinagre» y «el Ojo de Perdiz».
Esto no lo ha inventado Hermann Tertsch.
Al no poder confirmarse la participación directa en el fusilamiento de los inocentes asesinados, pero sí como responsable de su detención y saqueo de su libertad, Manuel Iglesias Ramírez fue condenado a 30 años de reclusión, de los que tan sólo cumplió cinco. Fue liberado gracias a la influencia sindicalista vertical de José Antonio Girón de Velasco, el llamado «León de Fuengirola».
Todo lo anterior se sabía con la moderación y limitación de los saberes que imperan en España. Pero la sentencia que condena a Tertsch ha informado a millones de personas, usuarias de las redes sociales de los antepasados de Iglesias Turrión. El «boomerang» ha alcanzado de lleno al demandante, el padre de Iglesias y antiguo miembro de la banda terrorista FRAP y al propio Iglesias Turrión, tan preocupado y entristecido en las últimas semanas por los crímenes que está cometiendo su financiero exterior Nicolás Maduro. Lo que se publicó en «Villafranca Hoy» no pasó del todo desapercibido. Es probable que la juez de Zamora no le concediera a la verdad histórica del caso la importancia que hoy le ha concedido. La diferencia es que Tertsch no escribe en «Villafranca Hoy», sino en ABC. Y que algunos jueces consideran que la verdad y la justicia dependen, no del contenido de la noticia o el artículo de opinión, sino del medio en el que se publica. Hoy, gracias a la condena de Hermann Tertsch, hasta los canguros del Zoo de La Casa de Campo conocen la peligrosa orientación genética de esta dinastía estalinista.
El «boomerang» de la juez de Zamora ha impactado en sus demandantes presumiblemente preferidos. En nombre de la auténtica e irrefutable Memoria Histórica, gracias de corazón, señoría.
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