Joaquín Marco

Juegos de guerra

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Es habitual que en el mes de marzo, durante las maniobras militares del Sur, las dos Coreas se enzarcen en una espiral de declaraciones de violencia bélica, pero el joven líder de Corea del Norte, Kim-Jong-un, ha declarado incluso el estado de guerra contra el Sur y amenazó a los EE.UU. Se alude a menudo a la naturaleza estalinista de aquel Estado, aunque más bien parece, al margen de su comunismo, semejante al chino del maoísmo final, una dinastía monárquica, cuya única pretensión es mejorar sus instalaciones atómicas, más avanzadas que las de Irán. La pobreza de Corea del Norte le llevó hasta la hambruna en la década de los noventa y su PIB está por debajo del que tenía hace veinte años, aunque su población ha pasado desde el culto a la personalidad a una veneración sacrosanta de su líder y de las estatuas de la dinastía Kim. Resulta difícil para un occidental penetrar en la mentalidad de un pueblo que, sin embargo, conoce más o menos el nivel de vida y la expansión económica de sus vecinos del Sur. Todo se inició al final de la II Guerra, cuando los soviéticos penetraron en Corea desde el Norte y los estadounidenses lo hicieron desde el Sur. El país fue dividido entonces en dos zonas, tomando como frontera el Paralelo 38. Los intentos de unificar Corea fracasaron y los enfrentamientos culminaron cuando, tras la retirada de los soviéticos y el avance de las tropas del Norte, intervino China como aliada de los comunistas y los EE.UU., del Sur. La guerra de Corea se saldó con un millón de muertos y duró del 25 de junio de 1950 hasta el 27 de julio de 1953. Las Naciones Unidas arroparon la intervención estadounidense y tropas de diversas nacionalidades se integraron en el Ejército estadounidense en una guerra convencional con multitud de bajas por ambas partes. Sin embargo, al final del conflicto se mantuvo como frontera entre ambas el Paralelo 38.

Hasta la muerte de Kim Il-sung, a quien sucedió su primogénito Kim Jong-il, no se produjeron relaciones entre ambas Coreas y la primera reunión se celebró del 11 al 14 de abril de 1998. Mientras tanto, Corea del Norte contó con el apoyo chino y se potenció al Ejército como una estructura de poder que se mantiene hasta hoy. El 30 de noviembre de 2010 anunció que poseía plantas de enriquecimiento de uranio y plutonio (Yongybon, que ahora se pretende reconstruir tras una parcial destrucción), aunque los ensayos bélicos se habían ya iniciado antes y el año anterior Corea del Norte había realizado ya su segundo ensayo nuclear. A la muerte de Kim Jong-il en 2011 le sucedió su hijo menor, de edad desconocida, aunque de alrededor de los 27 años. El primogénito reside en Macao, donde lleva una vida principesca. Poco se sabe en Occidente de este joven admirador de Disney y de su mundo. Tras la sucesión, todo parecía indicar que iba a producirse una cierta relajación respecto al Sur. Sin embargo, Pionyang siguió con sus pruebas de cohetes de largo alcance, como el Unha-3 (2012), con la pretensión de alcanzar las bases estadounidenses del Pacífico y una nueva prueba atómica. Corea del Norte ya no dispone del apoyo incondicional de China, quien votó las sanciones que recientemente se aprobaron contra ella en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por otra parte, Corea del Sur realiza maniobras navales conjuntas con los EE.UU. cada año. Las de marzo van a prolongarse en esta ocasión también en abril, dado que las fuerzas norteamericanas disponen en la zona de un portaaviones, cazas de combate y 3.500 soldados que colaborarán con los 10.000 surcoreanos. Sin embargo, EE.UU. ha desplegado en la zona hasta 28.500 soldados en Corea del Sur y 40.000 en el Japón, lo que no deja de crear inquietud en China. Se supone que el joven gobernante, que visita con mucha frecuencia a sus tropas, intenta reforzar su posición en un Estado en el que parece gobernar su primer ministro septuagenario, Pak Pong-ju, quien había ocupado ya el poder con anterioridad y había sido depuesto por algunas innovaciones sociales, pese a la proximidad a su tío Jang-Song-thack, quien ha retornado a la primera línea.

El juego de las maniobras militares en alguna ocasión ha escapado de control y hasta ha causado víctimas. En esta lejana zona del Mar Amarillo, sin embargo, los EE.UU. se juegan no sólo el prestigio, sino también la supremacía ante el constante avance chino. También Corea del Sur dispone de nuevo gobierno. La actual presidenta, Park Geun-hye, es conservadora al estilo de Margaret Thatcher y en una de sus declaraciones no ha dejado de precisar los límites: «Si hay alguna provocación contra Corea del Sur o su pueblo, habrá una respuesta firme y severa sin entrar en consideraciones políticas». Todo parecería dispuesto a una confrontación si ésta no produjera males mayores. Las cartas están echadas, pero los jugadores se reservan. Cualquier intento de reunificación de las dos Coreas parece hoy por hoy inviable, dados los sistemas irreconciliables. Mientras el Sur es una potencia industrial y goza de un alto nivel de vida, aunque debilitada por la crisis, dos tercios de la población del Norte se halla subalimentada. La soledad de Corea del Norte, en varios sentidos, es más que evidente. Pese a su poderío atómico vive en un pasado de figuras de museo. Pero las amenazas verbales se convierten en fuego real durante las maniobras. Dos bombardeos B 2 estadounidenses, capaces de no ser detectados por los radares, cruzaron el país hace escasos días en una acción que algunos observadores calificaron de provocación innecesaria. Aunque nada suceda, todo es posible en un escenario tan fantasmagórico.