Francisco Marhuenda

La crisis de liderazgo

Rubalcaba se siente acorralado. Es el líder cuestionado de un PSOE en declive en el que la mayor parte de sus compañeros considera que su continuidad es el problema y no la solución. Nadie apuesta por él como secretario general del PSOE y mucho menos como cabeza de lista en las próximas elecciones generales. Los días pasan y las perspectivas de su partido no sólo no mejoran sino que empeoran. Esto hace que cunda el nerviosismo en el PSOE y que los barones quieran que abandone para que un nuevo líder ofrezca un horizonte de esperanza. Otro factor importante es que todo parece indicar que se acerca la recuperación económica. Mientras que los dirigentes del PP, el grupo parlamentario y los barones territoriales apoyan a Rajoy, en el principal partido de la oposición nadie confía en el liderazgo de Rubalcaba. Todos lo ven como un lastre. Es cierto que algunos prefieren aguantar con el fin de cerrarle el paso a Carmen Chacón, pero no lo hacen por lealtad al actual secretario general del PSOE, sino por intereses personales. Es la triste realidad que le acompaña.

Rubalcaba no quiere abandonar, porque sería un fracaso y a nadie le gusta salir por la puerta de servicio. La realidad es que su continuidad sólo conviene al PP, porque una vez constatado que ni con él ni con quien le suceda es posible alcanzar algún pacto, es mejor que al frente del PSOE esté un líder débil. La paradoja es que la alternativa de Rubalcaba ya no está en el interior de su partido, sino en los movimientos que se suceden en la izquierda. Rajoy sabe que puede recuperar el terreno perdido desde que ganó las elecciones, porque los votantes del PP no se irán a la izquierda que representan Cayo Lara o Rosa Díez. La realidad es que el tiempo de Rubalcaba ha pasado aunque no quiera verlo, y todo indica que finalmente los barones tendrán que obligarle, sino quieren hundirse aún más, a que desaloje la secretaría general del PSOE. Rubalcaba siempre quiso ser presidente del Gobierno. Es la consecución lógica de una ambición que se remonta a sus comienzos en la política, aunque siempre lo haya negado. Colaboró con Zapatero pensando que tenía muchos más méritos que él para ser presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, pero tuvo la habilidad de metérselo en el bolsillo. Al final, consiguió ser sualter ego, y lejos quedan los tiempos en que iba todos los domingos al palacio de La Moncloa. Era cuando se sentía feliz de ser el «mejor amigo» de José Luis.

Como se siente asediado, ha optado por la desconfianza y por rodearse de un equipo flojo, muy flojo, para que no le haga sombra. Es difícil encontrar un escenario más cómodo para Rajoy. En alguna ocasión he dicho en broma que Rubalcaba es un miembro encubierto de la ejecutiva del PP al frente del PSOE. Es difícil dar el paso, pero haría un gran favor a su partido cediendo el testigo a un líder que sea capaz de recuperar el terreno perdido y la credibilidad.