Martín Prieto
La lección de Renault
Hace millones de años acudí a Estocolmo a un congreso internacional de oncología en calidad de médico consorte incluido en el «Lady program», que me llevaba con las señoras de visita a las tiendas de lencería y complementos. Sintiendo pena por mí me invitaron en calidad de periodista a la cena de gala anual (esmoquin, traje oscuro y corbata) entre las cuatro patronales y los sindicatos para fijar las subidas salariales. Los empresarios expusieron un abanico de tantos por ciento y -¡oh, sorpresa!- las centrales TCO, SACO y LO (más del 80% de los empleados) exigieron moderadas rebajas salariales para no peligrar la contabilidad nacional sueca. Quedé estupefacto, aunque no tanto como por el sentido común desplegado por todos los protagonistas de la Renault en su expansión española, especialmente los sindicatos, recién salidos de una huelga general. Turquía se ha quedado fuera de la negociación y, sorprendentemente, la propia Francia, metrópoli de la marca. Se preservan los puestos de trabajo, se crean nuevos y fijos, se aceptan recortes razonables y se crea una categoría laboral inferior a la mínima. Numancia sindical. Los trabajadores de Renault han respetado la reforma gubernamental, igual que UGT y CC OO se acogen a esa «bestia negra» para despedir a sus propios trabajadores y militantes y llenar sus arcas interviniendo en los ERE. Antes de que burbujeara la crisis, los sindicatos alemanes optaron por rebajar salarios, aumentar la competividad y evitar los despidos. Aquí sería miel sobre hojuelas no ya que disminuyera el paro, sino que se cortara la hemorragia de más despidos que se avecina mediante sacrificios solidarios y compartidos, pero con una patronal, dos sindicatos hegemónicos y subvencionados y bajísima afiliación, la sensatez y las maneras escandinavas son impensables. El camino es el de la Renault y no es raro que el presidente Rajoy haya visitado sus factorías. En Estocolmo un camarero del hotel me prestó su esmoquin y yo me hice el sueco.
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