Hacienda

Lo niego todo: nunca fui de izquierdas

La Razón
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Un año y alrededor de setenta kilómetros separan los nacimientos de Joaquín Sabina y Cristóbal Montoro, jiennenses que respectivamente arribaron a este valle de lágrimas en Úbeda (1949) y Cambil (1950) pero que han desarrollado toda su carrera profesional en Madrid. Rebasada con generosidad la sesentena, no resulta complicado discernir quién de los dos representa hoy con mayor fidelidad los valores de la infecta socialdemocracia dominante: si el ministro vampírico que desuella a las clases activas para alimentar a una burocracia soviética que tritura patrimonios y conciencias o el artista que abandonó en el mismo momento, en reveladora coincidencia, su afición a los psicotrópicos y sus veleidades izquierdistas. Resulta significativa la peripecia vital de estos dos andaluces de exportación, en el sentido de que demuestran la indisoluble unión entre biografía e ideología: cuanto mayor es la capacidad de ganarse la vida lejos de la Administración, menor es la afición por los impuestos. «Lo niego todo» es la canción que da título al nuevo disco del cantautor ubetense, donde tilda a su paisano de «tiburón de Hacienda» y «confiscador de bienes» en unos versos que no brotaban de su pluma tan precisos e inspirados desde los tiempos heroicos de La Mandrágora, con Javier Krahe y Alberto Pérez. Si el sector más sensato (y menguante) del PP no consigue reconducir la delirante política fiscal que el socialismo monclovita inflige al contribuyente, tal vez sea rectificada para complacer a los acaudalados juglares de la «gauche caviar». Conforta comprobar que incluso estos antiguos revolucionarios de barra de bar han concluido que la exacción justa no existe. Hasta los ateos se terminan cayendo del caballo cuando van de camino a la Agencia Tributaria.