María José Navarro
Mentalidad
María José Campanario, tocaya, doctora y esposa de Jesús Janeiro, alias Jesulín de Ubrique, está ingresada en una clínica. Ha intentado que no se supiera, ha intentado convencernos de que no es por depresión, ni por ansiedad, ni que esté recluida, ni que le sea imposible salir. Y que todo es derivado de su fibromialgia. Como ven, estoy absolutamente puesta sobre la actualidad rosa y corazonil. Pero ya saben Vds mis fieles (uno o ninguno) que a mí no se me escapa una y que soy de natural intelectual: no hay siesta en la que no me acune la información fangosa, yo soy así, qué pasa. El caso es que esta señora está intentando decirnos que sus problemas no son psicológicos o mentales, pero la clínica es específicamente de las que tratan de esos problemas, así que quería hablarles de esos problemas que nos resultan tan vergonzosos y tan vergonzantes. Más allá del caso particular de la mujer de Jesús Janeiro (sobre lo que por supuesto nada tengo que decir), es curiosísimo cómo contemplamos en España cualquier situación de estas características. Me refiero a estar tratados, aconsejados, medicados por especialistas en salud mental. Vaya por delante que yo lo he estado y que, lejos de resultarme algo bochornoso, creo que fue para mí una salvación. He tenido de todo. Depresión, ansiedad, lo que busquen me lo encuentran, y no tengo ningún reparo en contarles que de vez en cuando recaigo, de vez en cuando tengo que nuevo que resetear y que de vez en cuando me resulta imprescindible hacer esa catarsis que purifica. Que la infancia marca, que la juventud marca y que te deja marcas también la madurez. Y que si no encuentras un buen compañero en las penas tendrás que seguir buscando compañero. Como dice un amigo argentino: «Vds hacen joda porque todos tenemos psicoanalista, pero allá el que no lo tiene es sospechoso». Y, al final, tienen razón. A nadie le viene mal echarse cuentas a sí mismo.
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