Julián Redondo
Montaña rusa
No rechaza Ancelotti los elogios, pero intenta contenerlos. Es un hombre de fútbol que actúa de forma muy parecida a como lo hace Del Bosque, con sosiego y mesura. Ambos aplican sordina a los éxitos, evitan que se les suban a la cabeza, y bálsamo a los fracasos. No son exagerados, ni cuando alcanzan la cima, porque saben protegerse del vértigo, ni cuando las catástrofes les sitúan en la antesala del infierno. En un mes de octubre primoroso, Ancelotti ha llegado a la excelencia. El Madrid juega que da gusto verlo, con un estilo definido mucho más profundo y amplio de miras que el portentoso contragolpe. Convence. Tiene jugadores para ello y los exprime. Ha logrado que Isco no sólo sea referente en su equipo sino un actor llamado a ser protagonista principal de la Selección; lo cual entraña un riesgo: si él lo sienta y del Bosque le da galones y responde, que sería lo razonable, podría tener un problema y se vería de nuevo en la montaña rusa.
También ha conseguido que James sea cada partido más parecido al jugador que deslumbró en Brasil con Colombia. Con el 4-4-2 ha dado un salto de calidad; con la recuperación de Bale y el posible retorno al 4-3-3 ganará en velocidad arriba, pero perderá consistencia y embrujo en el centro del campo. El reto es que el Madrid juegue igual de bien con Isco y James detrás de Cristiano y Benzema, que con Bale a la derecha de éstos; pero sobra uno. Hay ocasiones en que lo bueno es enemigo de lo mejor y ésta es una de ésas en las que Ancelotti tiene que hacer todo lo posible para no equivocarse con la reincorporación del galés, estrella en un firmamento de estrellas; pero en el equipo titular sólo caben once.
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