Nacionalismo
Nacionalismo traidor
La fuga de empresas de Catalunya hacia otras comunidades españolas como consecuencia de la situación de inseguridad jurídica, surgida en el marco del proceso separatista, está siendo demoledora para el futuro de nuestra sociedad, una vía unilateral dirigida por dirigentes de la antigua Convergencia y bajo el auspicio, control y financiación de una parte de la burguesía catalana que nos ha llevado a una situación de fractura y enfrentamiento, sólo recordados en las peores etapas de una Europa en guerras. El total de empresas que han decidido marchar de Cataluña, según el Registro Mercantil entre el 2 y el 25 de octubre, han sido 1.603 empresas, es decir el 21,5% de las medianas y grandes empresas han sido expulsadas por el caos secesionista, con una pérdida de facturación superior a los 64.900 millones de euros, sobre un total del PIB catalán de 223.629 millones de euros, lo que representa que las empresas que han decidido trasladar su sede social en las últimas semanas representan un porcentaje superior al 30% del total del PIB catalán. Un auténtico desastre. En Cataluña existen un total de 261.697 empresas, y de ellas un porcentaje del 87% tienen menos de 9 trabajadores y sólo 32.053, es decir el 13%, tienen más de 10 empleados, que se dividen en 24.597 son pequeñas empresas (de 10 a 50 empleados), 5.660 son medianas empresas (de 50 a 250 empleados) y 1.796 son grandes empresas (más de 250 empleados). Todo ello representa un tejido empresarial muy rico y dinámico, pero tremendamente susceptible a una grave crisis en caso de fuga de las grandes corporaciones a las que da servicio, como está sucediendo. Además, se están perdiendo muchas oportunidades a nivel empresarial, las empresas y corporaciones se resisten a llegar a Catalunya, ejemplo claro lo podemos tener en la probable no llegada de la «Agencia Europea del Medicamento» y todas las derivadas de I+D que conllevaba tal estratégica inversión. Sin turismo, sin inversiones de capital ni futuro para los grandes congresos, el «Mobile» peligra. La productividad ha caído en picado en los últimos días. El 80% de las reuniones profesionales se centran en hablar del «proceso», la angustia entre los trabajadores es inmensa y todos buscan información en las redes sociales dejando en segundo lugar su atención laboral y lo más grave es la inmensa tristeza que se apodera de todos los catalanes ante las negras perspectivas que se abaten sobre los sufridos ciudadanos del viejo principado.
Artur Mas dijo hace unos años que quería una Catalunya «business friendly» y nos van a dejar un páramo empresarial y social más parecido a una zona de guerra que no a la Dinamarca del sur. A pesar de todo ello, el ínclito Junqueras, vicepresidente del gobierno golpista y dirigente de ERC, negó la mayor, buscando minimizar la huida de empresas y entonando el discurso que, sobre el total de empresa catalanas, sólo han marchado el 1% de las existentes. Cinismo e ignorancia a partes iguales por parte uno de los máximos responsables de la decadencia catalana.
El separatismo, que tanto dice querer a Catalunya, hundirá a nuestra región en la más absoluta de las miserias. El nacionalismo será su único traidor.
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