Ciencias naturales
Nos secamos
Si la Fontana de Trevi se quedase seca igual a alguno se le ocurría lanzarse de cabeza (es un decir), a recoger las monedas que echaron los turistas a cambio de un poco de magia romana. Al igual, que un «desalmado» podría robarle los sueños a aquellos que creen en los milagros, el lago Bracciano, por culpa del cambio climático, le niega el agua a Roma. Quedarse sin agua no es para tomárselo a la ligera. El cuerpo humano es un 70% agua. Y las terceras cuartas partes del planeta Tierra son agua. Está claro, que sin nuestro «semejante» no podemos sobrevivir. Morir de sed debe de ser horroroso. Por consiguiente, me imagino siendo Gaia y sufriendo las consecuencias de la sed que me han provocado los humanos con sus desmanes e ignorancia. Tan acostumbrados estamos a tener las cosas sin esfuerzo que no las apreciamos. Al igual, que nos desatendemos como consecuencia de una baja autoestima, descuidamos nuestro mundo terrícola. El agua no sale del grifo por casualidad, lo mismo que los pollos no nacen envasados–muchos niños de las grandes ciudades así lo creen–. Nada es gratis en este mundo. Quizás no valoramos lo que la Tierra nos ofrece porque nos hemos vuelto muy materialistas y prepotentes –recordemos que fabricamos neveras, nieve y sol artificiales–. Vivimos de espaldas a una realidad que cada día se nos va acercando más y más. Negar el cambio climático no lo hará desaparecer. Tantas fábricas, tantos coches, tanto derrochar recursos... Cierto es que Gaia tiene sus ciclos, y seguro que no es la primera vez que la Tierra sufre sequía, empero los humanos hemos intensificado –y mucho me temo que cronificado–, el proceso. No sé si no llueve como metáfora de lo mal que los humanos nos relacionamos con nuestro mundo emocional –recuérdese que somos un 70% agua y en psicoanálisis el agua es sinónimo de emociones–, o porque Gaia está harta de que la maltratemos y ya no sabe cómo hacérnoslo saber.
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