Elecciones en Estados Unidos
Pneumonía
Se va a ir Obama, oyes, y no voy a tener la oportunidad de decirle lo mucho que me gusta. No digo políticamente, no, que yo soy una chisgarabís y no tengo idea ninguna y la que tengo no es buena nunca. Se va a ir Obama y no le voy a poder sacar a bailar, que es lo que yo desearía hacer para que me agarrara de la cintura como agarra a su mujer y ya, si eso, me pillara el fin del mundo en ese mismo instante. Se va a ir Obama y se lleva un Premio Nobel de la Paz que fue más un Míster Moreno 2009, un galardón a la cara bonita y mediática de la bolica del mundo. Tampoco se le puede culpar de nada: es una figura decorativa que remite sus decisiones más importantes al Congreso de los Estados Unidos, bicameral, y donde de verdad se cuecen todos los intereses del país que se zambulle en todas las salsas, sean de su incumbencia o no. Se va ese señor magnífico, objetivamente estiloso, encantador, de formas refinadas pero lo justo, sandunguero y quedón y nos viene lo más grande porque la cosa está entre Juanín y Juanón. Es decir, o se nos abalanza Hillary, la eterna mentirosa, la mujer que no ha dicho una verdad en su vida, la que tragó con todo por ambición, la que calló, miró para otro lado, se plegó. La más lista, la más curranta, la más preparada y, sin embargo, el gran fraude para las mujeres que aún pensamos que no se puede sobrellevar tanta humillación a cambio de tanta ambición. Así que estamos en eso o en ese ente de cómic, el súper villano pelucón, esa astracanada humana, esa broma que aprovecha los instintos más deleznables para vender mierda. A la dama le agarró una pneumonía, perdió pie en público, ocultó el problema durante horas y se montó un debate monumental. Enfermitos los quiere Dios, excepto de la cabeza. Que nos pille confesaos o pa qué queremos más.
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