Paloma Pedrero
¿Protección de menores?
Sólo cuando los menores viven con mayores estables emocionalmente están protegidos. Sólo cuando los padres tienen recursos para alimentar física y espiritualmente a un niño, ese niño estará protegido.
Tienen razón los padres pre-adoptivos de Valencia en que tanto la ley como los servicios sociales lo han hecho pésimamente con su niño Juan Francisco. Y que hay que revisar a fondo las leyes y actuaciones en un tema tan transcendente como éste. No, no se puede dar a una criatura en preadopción a unos padres deseosos, como paso previo a la adopción, mientras los padres biológicos están luchando por recuperar al hijo. No se puede jugar así con un pequeño que pasa de manos de una institución a la de unos padres, para después regresar a una madre biológica, extraña para él.
Al menos dos abandonos tiene Juan en su corta vida. Y los psicólogos saben lo que significa para un pequeñín ser abandonado y trasladado de un regazo a otro. Para empezar, un inmenso trauma difícilmente superable para el crío. Un dolor inmenso para los padres adoptivos, que son padres sin más, a los que arrebatan a su niño.
La responsabilidad de tanto sufrimiento la tiene la ley y los que la ejecutan sin verdadero compromiso e implicación. Sabemos, los que hemos adoptado lo sabemos bien, que algo huele a podrido en este asunto. Que, aún suponiendo lo difícil que es arreglarlo visto que no lo hacen, la cosa no puede seguir así. Que los bebés abandonados no pueden estar creciendo sin padres mientras hay tantos posibles padres que querrían dárselo todo. Que para que un niño crezca sano y salvo ha de tener padres entrañables lo más pronto posible.
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