José María Marco
Stop Nacional Populismo
Hasta el 26 de junio, un fantasma ha recorrido las democracias desarrolladas. El fantasma del nacional populismo. Los Trump, Farage, Johnson, Le Pen, Iglesias, Grillo, Errejón, Salvini habían emprendido una carrera que parecía imparable. Les iba a llevar al asalto del poder en los países democráticos y a partir de ahí, a la subversión desde dentro del orden liberal y al rediseño de la Europa de las naciones en una «Europa» de los pueblos, una nueva Edad oscura de cierre de fronteras, racismo, caciquismo, persecuciones ideológicas y religiosas, enfrentamientos violentos y recesión. Esa era la pesadilla en la que nos encontrábamos. La Europa de los Unidos Podemos de todos los colores y todas las sonrisas (de hiena).
Pues bien, antes de ayer, 26 de junio, los españoles dijimos NO a esa marea de degradación. Muchas veces en la historia, nuestro país ha funcionado como el terreno de experimentación de las tendencias políticas imperantes en el mundo. Somos el único país desarrollado que ha tenido un jefe de Estado anarquista (Pi y Margall) y otro nihilista (Azaña), cuando esas tendencias preponderaban en todas partes. Ahora bien, esta disposición a la experimentación puede jugar al revés. Así lo ha hecho el 26-J, al demostrar otra vez los españoles el buen sentido y la prudencia que les ha caracterizado siempre en las grandes decisiones políticas desde 1975 (desde mucho antes, probablemente).
Han jugado varios factores: hemos visto la marea negra de la brutalidad, el cinismo, la arrogancia y la estupidez actuar en ciudades como Madrid y en comunidades como Valencia. Hemos visto a un pueblo de reputación exagerada, como el inglés, despeñarse por la pendiente del nacional populismo más provinciano. Y hemos comprendido que es posible parar ese desastre uniendo fuerzas en torno a un proyecto de moderación, de diálogo, de respeto y de apertura. En contra de lo que ocurre en muchos de los países europeos, la extrema derecha (salvo los nacionalistas, claro está) no consigue aquí un solo escaño. Como ocurrió con el terrorismo, los españoles no combaten un fanatismo destructivo con otro. Lo combaten con la razón, la templanza y las instituciones. Hay pocas esperanzas de que los nacionalistas periféricos entiendan lo que ha pasado. Pero debería haber alguna esperanza de que lo comprendiera el PSOE.
El enemigo del PSOE no es el PP. El enemigo del PSOE es el nacional populismo y los españoles se lo han dicho con claridad meridiana.
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