José María Marco

Tentaciones fundamentalistas

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La reforma de la ley del aborto plantea problemas tan delicados y tan graves que superan, con mucho, la división entre izquierdas y derechas. Buena prueba de ello eran los católicos socialistas que se mostraban restrictivos con la posición de su partido en este punto. Y lo mismo se ha visto en el Partido Popular, donde la reforma ha suscitado un debate intenso, que sólo es político en parte.

Una de las estrategias que está siguiendo el PSOE en este asunto es, sin embargo, reducirlo a una dimensión meramente política. Los motivos parecen bastante claros. El PSOE carece ahora mismo de alternativa económica y todavía no se ha recompuesto –si es que se recompone algún día– como partido nacional español. Ante estos dos grandes boquetes, el PSOE recurre al aborto como elemento unificador de sus propias filas, y también para desacreditar a un Gobierno al que quiere identificar con una posición extrema. Se diría que el PSOE se figura que ha encontrado un nuevo Irak en la cuestión de la reforma de la ley del aborto.

Pues bien, se equivoca en varios frentes. El debate interno del Partido Popular demuestra que la toma de decisiones en asuntos tan delicados no está, en el centro derecha español, ideologizada ni elevada a la categoría de dogma doctrinal. Exactamente lo mismo ocurre en la sociedad española. Por eso los electores españoles van a tener la ocasión de comprobar qué partido se parece más, y refleja mejor, lo que piensa la sociedad española en toda su diversidad y en su complejidad. Hay un partido plural y abierto, con la voluntad de tomar decisiones negociadas, y otro que se empeña en el dogmatismo y la cerrazón.

El Gobierno, además, ha dejado claro que está dispuesto a dialogar con todo el mundo. En este asunto hay elementos suficientes como para alcanzar –si se quiere– una solución pactada: desde las condiciones del propio aborto a la exigencia del cumplimiento de la ley, como no ocurría en la del 85, pasando por la graduación de las exigencias. La posición fundamentalista del PSOE hace imposible cualquier negociación e intenta convertir este tema, con dimensiones éticas y humanas particularmente serias, en un mero recurso táctico para intentar poner contra las cuerdas al Gobierno. Esto demuestra que los socialistas creen que todavía son rentables, políticamente, las posiciones ultramontanas y dogmáticas que clasifican a la gente según criterios ideológicos. El PSOE sigue sin darse cuenta de que la sociedad española dejó atrás esa posición hace muchos, muchos años.