Alfonso Merlos

Todo es verdad

La manera de anunciar y tratar una noticia es la que diferencia a los periódicos. O los comentarios en las cadenas de radio y televisión. Guardo en la memoria el del comentarista de fútbol de Telemadrid una tarde en la que el público del «Vicente Calderón» se enfadó con el resultado del partido. «Crecen los pitos en el Calderón». Insuperable como noticia y síntesis. Los laboratorios farmacéuticos a punto del desasosiego que toda ruina produce. No se trata de erratas, sino de novedades que el periodista deja en el aire para que el lector u oyente las interprete a su antojo. Nació un precioso niño en Ceuta, hijo de un teniente coronel de Regulares y de su señora esposa. La noticia era agradable, positiva y alegre, pero el redactor sembró la duda en el colofón del «Eco de Sociedad»: «Felicitamos desde aquí a todas las tropas de la guarnición». Franco y De Gaulle se respetaban, y prueba de ello es que lo primero que hizo De Gaulle cuando abandonó la presidencia de Francia fue visitar Madrid y acudir al Palacio del Pardo. Pero se entiende la distancia que estableció, además de por razones políticas, el general francés con el español. La culpa la tuvo el presentador del entonces «Telediario» de Televisión Española. «Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, ha invitado oficialmente al Presidente de Filipinas Diosdado Macapagal a visitar Francia». Antonio Fernández Cid era el gran crítico musical de ABC. Se produjo un desencuentro entre dos grandes dioses de nuestra Ópera. Por fortuna, las aguas volvieron a su cauce y la cordialidad y admiración mutua se consolidaron de nuevo gracias a una reunión convocada por el eximio crítico. Lo narró profusamente en una crónica. El momento más emocionante lo redactó de esta guisa: «Fue cuando Kraus, acercando sus labios al oído de Caballé le susurró: "Pzehhhpzzehhh"». Imposible no congraciarse con quien acerca sus labios a una de tus orejas y dice algo tan bonito y profundo como «pzehhhpzzehhh». La madre de una conocida artista, muy admiradora y defensora de su hija, estaba harta de los comentarios periodísticos que unían en el sentimiento a su retoña con un avispado millonario divorciado. Las pruebas de que el amor existía parecían contundentes. Últimos años del régimen anterior, muy celoso y pudoroso con ese tipo de asuntos. Ella, la madre, en una radio, bastante enfadada con los rumores. Pero una madre es siempre una madre y defendió a su hija con ahínco: «Puede que sea verdad. Y si es verdad ¿qué importa? Mi niña ha cumplido los veintiún años y puede follar con quien le apetezca». La niña le agradeció mucho ese público reconocimiento y respeto por sus apetencias. El millonario divorciado desapareció como por encanto.

Largo preámbulo para escribir de lo que, en mi opinión, tiene que hacer Obama antes de atacar Siria. Los comentaristas y tertulianos, grandes conocedores de Siria y de su situación actual, no se ponen de acuerdo. Unos defienden al presidente Assad y otros abominan de su figura y su aspecto de cerillo. Me lo dijo el gran Camilo J. Cela: «Desconfía de los hombres altos con la cabeza pequeña y aspecto de cerillos». Estoy convencido de que mi conocimiento acerca de Siria y sus circunstancias no son menores que los expuestos generosamente por los cultos participantes de las tertulias, y aporto el detalle de que Assad es un cerillo por si les parece conveniente aprovecharlo como dato contundente. Se va a armar la gorda, y Obama hace caso omiso de las advertencias de nuestras cadenas de televisión, especialmente de la Cuatro, Telecinco y la Sexta. No se ponen de acuerdo en quiénes son los buenos y quiénes los malos, y para mí, con perdón de los sirios, que ni los unos ni los otros son para sentarlos en tu mesa en la cena de Nochebuena. El hecho es que Obama está decidido a atacar objetivos militares de Assad sin conocer bien del todo cómo son, a qué se dedican y qué desean los enemigos de Assad, el malvado cerillo. ¿No podría detener su ataque y oír las proposiciones de nuestros sabios televisivos? Los tertulianos recuerdan que un premio Nobel de la Paz tiene que moderar sus impulsos. Lo malo es que son los mismos que defendieron el Nobel de Arafat o del mamarraché amigo de la ETA, y claro, el argumento se tambalea. La conclusión es diáfana. Pasará lo de siempre. Las democracias no se crean a cañonazos, y Siria no está preparada para ello. Habrá muertos, habrá víctimas civiles, caerá Assad y otro tipo tan malvado como Assad tomará el poder hasta que los occidentales nos apercibamos de que por allí, muy poco tenemos que hacer, excepto defender a la única democracia y Estado de Derecho de la zona. Israel.