Marta Robles
Todo se compra
Dicen los científicos que, al elaborar el informe sobre infertilidad para que el Ministerio de Sanidad decida qué cartera de servicios de reproducción asistida debe ofrecer el Sistema Nacional de Salud, no han recibido ningún tipo de presión ideológica. Y, desde luego, si se atiende a algunos de ellos, como la inclusión de la donación de ovocitos si se produce un fallo ovárico o la posibilidad de la selección de embriones para evitar una patología genética de los progenitores, o para conseguir el «bebé-medicamento», no parece que su tendencia sea en absoluto conservadora. Sin embargo, el hecho de que se considere que sólo las mujeres infértiles y, por tanto, con algún problema de salud puedan acceder a tales servicios ha desatado la polémica. ¿Qué pasa con las mujeres sanas pero solas o lesbianas que quieran engendrar? Según Sanidad, como están sanas, no requieren tratamiento... Y es cierto, pero no deja de ser una trampa. Como también lo es que se fije una edad máxima para las mujeres de entre 38 y 40 años y de 50 para los hombres. La realidad es que este Ministerio, como todos los demás, busca recortar el gasto público por donde sea y no duda en utilizar la tijera en cualquier parte, por mucho que duela. Y duele. Sobre todo porque después de ver que toda suerte de gays y lesbianas con posibles tienen hijos cuando les viene en gana y que infinidad de mujeres y hombres de más edad de la señalada, pero con el bolsillo saneado, son madres y padres cuando les apetece, una llega a la conclusión de que en este tiempo convulso todo, hasta los hijos, se puede comprar con dinero.
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