Ely del Valle

¿Y ahora qué?

Pasó el «día D» de Diada y el mundo sigue su curso bombardeado, eso sí, por la habitual guerra de cifras, tan elásticas como las piernas de Almudena Cid. Una vez hecha la demostración de que, efectivamente, hay catalanes que desean convertirse en unos, grandes y libres, el análisis hecho, tanto desde el Gobierno como desde los partidos políticos es que el diálogo para buscar soluciones comunes, debe mantenerse. Muy políticamente correcto pero absurdo. Para empezar, no hay soluciones universales para un conflicto creado para conseguir un rédito electoral. Convergencia se ha embarcado en una aventura ajena con el único objetivo de mantenerse en el poder por encima de sus torpezas de gobierno y, como siempre ha sucedido con los partidos nacionalistas, es consciente de que su fuerza reside en la demanda perpetua. No es posible llegar a acuerdos cuando una de las partes se aferra al todo o nada. Sin embargo, la hipocresía de Mas, apoyando y alentando las manifestaciones soberanistas pero sin querer formar parte directamente de ellas, a quien está dando realmente alas es a ERC. Convergencia repite el error del PNV, que ha acabado fagocitado por Bildu en Guipúzcoa.

Una vez pasada la resaca, a Mas no le queda más remedio que seguir lidiando entre declaraciones contradictorias de supuestas consultas populares y de elecciones plebiscitarias porque cree que así contenta a todos, empezando por sí mismo. Y si por el camino consigue una financiación más ventajosa, miel sobre hojuelas. El Gobierno no tiene otro camino que continuar manteniendo ese pulso incierto en el que el diálogo, pero bajo la sombra de la Constitución, será el referente. No parece que el despliegue de la cadena humana vaya a representar un antes y un después. Eso sí, el disgusto de Mas por el silencio del «Frankfurter Allgemeine», «The Times» y «Le Figaro», no se lo quita nadie.