El ambigú

La democracia en riesgo

El déficit de respeto democrático del actual Ejecutivo hacia el poder judicial es manifiesto, y se ha expresado de forma directa a través de cuestionamientos e insultos

Una democracia fuerte requiere para su subsistencia dos cosas muy sencillas de entender y a veces no tan fácil de mantener, el respeto a las instituciones y a las reglas del juego, esto es, al estado de derecho, y, en segundo lugar, respeto absoluto a los valores de igualdad y libertad, pero tanto destruye una democracia su déficit como el desmesurado abuso y su corrupción. Ya lo adelantó en el año 370 a. C. Isócrates, orador y educador de aspirantes políticos griegos, cuando decía «Nuestra democracia se autodestruye porque se ha abusado de la igualdad y del derecho de libertad, porque se ha enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un derecho, el no respeto a las leyes como libertad, la impudicia como igualdad y la anarquía como felicidad». Ponía énfasis en el engaño demagógico, y al igual que advertía que la pobreza envilece al pueblo y convierte a las sociedades en dóciles masas al servicio de hombres sin escrúpulos cayendo fácilmente en la tiranía, proponía la educación como antídoto frente a la degeneración de la democracia.

En este punto se alza como esencial el poder judicial y su independencia, así como el respeto a la misma, y esta semana se han producido dos hechos que generan zozobra y preocupación. Uno con referencia a España, el informe sobre el Estado de Derecho de la UE, en el que además de reiterar la advertencia sobre la necesidad urgente de la renovación del CGPJ y su reforma en cuanto a la elección de los miembros jueces, denuncia los ataques producidos contra los jueces en España por parte de miembros del Gobierno de Pedro Sánchez, y en concreto muestra su preocupación por las declaraciones públicas realizadas por políticos en relación con el Poder Judicial, apuntando cómo en el transcurso de 2022 han continuado estas declaraciones públicas de políticos, incluidos miembros del Gobierno, criticando al Poder judicial.

El déficit de respeto democrático del actual Ejecutivo hacia el poder judicial es manifiesto, y se ha expresado de forma directa a través de cuestionamientos e insultos, así como de forma indirecta con la espuria utilización de los indultos en casos tan graves como la insurrección en Cataluña. El segundo hecho lo encontramos en los EEUU donde se ha producido algo inédito, y es que tras una resolución de la Corte Suprema poniendo fin a ciertas discriminaciones positivas por motivos raciales en las universidades norteamericanas, el propio presidente Biden ha dicho que el Tribunal Supremo ha interpretado erróneamente la Constitución y que «no es una corte normal»; otros representantes demócratas han llegado a manifestar que la Corte Suprema esta desconectada del pueblo, o que «la corte es ilegítima y un foco de corrupción»; esto ha provocado dos propuestas de reforma, aumentar el número de magistrados de la corte y establecer límites a su mandato hasta ahora vitalicio, algo que ni el todopoderoso Roosevelt se atrevió a llevar a cabo cuando la Corte Suprema de la época anulaba continuamente sus decretos presidenciales.

Las democracias en la actualidad no caen por asonadas militares ni por revoluciones populares, se las deteriora debilitando los poderes que aseguran la justicia y la transparencia, el poder judicial y la libertad y pluralidad de los medios de comunicación. El riesgo real se produce cuando la racionalidad y el equilibrio confrontan con la indiferencia por un lado y el fanatismo por otro; a la indiferencia y al fanatismo les estorba la inteligencia y la formación, la primera se alimenta en la molicie y el fanatismo en las pasiones, pero lo más grave es cuando la molicie y las pasiones son manejadas por tiranos que no aceptan el pluralismo político.