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El trípode

La dimisión: gesto de dignidad y ética pública obligada

La «autodeterminación de género» es de momento el último hito de esa carrera hacia ninguna parte en oposición frontal a la ley natural.

Hoy es 8 de marzo, una fecha que el feminismo ha adoptado como propia para reivindicar la lucha por los derechos y libertades de la mujer, se supone que- en igualdad con el varón. Hasta aquí es evidente que no cabe objeción alguna y, de hecho, formalmente, diríamos nominalmente, esa igualdad está ya conseguida y reconocida en el ordenamiento jurídico a nivel internacional y nacional. La Constitución española, por ejemplo, ya en 1978 y sin que existiera Ministerio de Igualdad, ya proclamó sin margen a duda alguna, la igualdad de todos los españoles ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de sexo. La cuestión ahora es que la izquierda, tras esconder y no atreverse a ondear banderas rojas con la hoz y el martillo tras el derrumbamiento del Muro de Berlín y de la URSS, se sometió a un proceso de metamorfosis ideológica en el Foro de Sao Paulo, eligiendo la bandera del feminismo entre otras. Así, el comunismo transformó la lucha de clases en la lucha de sexos, con la ideología de género de buque insignia de esa reivindicación, fruto del marxismo cultural. La «autodeterminación de género» es de momento el último hito de esa carrera hacia ninguna parte en oposición frontal a la ley natural. Un tuit define la situación con brillantez: «Quiero confesarles algo muy íntimo. Hace algunos años yo también fui un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer. Sin embargo, y gracias a Dios, mi madre me dio a luz»: Magistral y sobran comentarios.

Hace tres años esta fecha fue el pistoletazo de salida para la expansión del coronavirus que tomó carta de naturaleza política y jurídica seis días después, con la declaración del estado de alarma que mantuvo confinada a la población española durante 14 interminables semanas, al margen de la Constitución. El sanchismo, que se atrevió a presumir de su gestión en la pandemia, suspendió y limitó derechos fundamentales de los ciudadanos inconstitucionalmente y no en una, sino en dos ocasiones. No es difícil imaginar lo que hubiera supuesto ese hecho de haber sido la oposición los responsables de tal barbaridad legal. Pero no ha sido ésta la única cometida, con la del «Sólo Sí es Sí» de protagonista estelar en la jornada de ayer en el Congreso, y la de hoy en las calles, mostrando un gobierno fracturado y en abierta confrontación en su interior. Y sin que nadie se dé por enterado de que, en democracia, eso tiene un gesto de dignidad y ética pública obligada: la dimisión.