Canela fina
Dos mil chistorras
«Dos mil chistorras equivalen a un millón de euros, según el lenguaje enmascarado de ciertos sectores del sanchismo»
Arbizu es un bonito pueblo navarro con más de un millar de habitantes, todos, ellas y ellos, gentes hospitalarias, con el orgullo de pertenecer a la España profunda. Allí se celebra el Txistor Eguna, es decir, el día de la chistorra. En algunos restaurantes madrileños, el embutido navarro se ofrece como aperitivo. Y yo animaría que se ampliara lo más posible el acierto para satisfacción del paladar exigente.
Resulta que en una de esas asombrosas operaciones instrumentada en las alturas del PSOE se habla de dos mil chistorras, es decir, de una cantidad que el más entusiasta chistorrero tardaría tres o cuatro años en consumir. “Tengo una alegría para el día de las elecciones, 2.000 chistorras”, anunció un socialista que se ha hecho célebre. Voy a eludir las alusiones gastronómicas porque resulta que una chistorra, en el lenguaje enmascarado de algunos sanchistas, equivale a un billete de 500 euros, rara avis en la circulación monetaria. Así que cuando a alguien le adjudican dos mil chistorras, lo que recibe es un millón de euros.
En tiempos de la dictadura franquista, con los teléfonos pinchados, periodistas y políticos solíamos bautizar determinadas acciones y a ciertos dirigentes con alardes semánticos que, la verdad, servían para poco. Los servicios de inteligencia del franquismo, a pesar del diminuto número de espías del que disponían, descubrían enseguida cuándo se hablaba de Don Juan, cuándo de Franco, cuándo de Sainz Rodríguez, cuándo de López Rodó. A nadie se le ocurrió desconcertar a la “segunda bis” con la fórmula semántica de la chistorra.
José María Areilza, que conspiraba a favor de Don Juan III y era gran conversador y hombre de educación esmerada, escondía a Franco con el apelativo de “número uno”. Su ingenuidad resultaba enternecedora incluso para los espías de los servicios franquistas. En cambio, fue más sutil al referirse en las conversaciones telefónicas a Carrero Blanco. Le llamaba “la chalúa indigesta”, alusión gastronómica y marinera propia de la dimensión cultural del político vasco. Areilza, además de pertenecer al Consejo Privado de Don Juan y presidir su Secretariado Político, fue destacado miembro de la Real Academia Española. “Escribe como los ángeles caídos”, decía Pemán.
Y bien. La chistorra sanchista demuestra que los tiempos no cambian. A muchos les ha parecido un acierto llamar chistorra al billete de 500 euros. Y sobre todo recibir la exquisitez navarra.