Elecciones
Casado o Sánchez, esa es la elección
Sólo dos candidatos, Pablo Casado, por el Partido Popular, y Pedro Sánchez, por el PSOE, llegarán a las próximas urnas con posibilidades de alcanzar el gobierno de la Nación. Ciertamente, la fragmentación del voto que pronostican todas las encuestas, aunque muy condicionadas en estos momentos por el alto porcentaje de electores que se declaran indecisos, obligará al vencedor a buscar apoyos parlamentarios externos, que en el caso de Casado parecen claros, pero no así en el de su rival, muy condicionado tanto por los resultados propios, como por los que obtenga Podemos, que fue el principal aliado de los socialistas en la moción de censura. La diferencia, por lo tanto, no es baladí y debería ser el principal motivo de reflexión de los ciudadanos a la hora de decidir su voto. Porque no es lo mismo afrontar la gobernación de España desde una mayoría parlamentaria estable, cuyos componentes, sin ser ideológicamente idénticos, coinciden en lo fundamental, que hacerlo desde la inestabilidad inherente a una alianza con unos partidos que sólo ven en un hipotético Gobierno de Pedro Sánchez la oportunidad para avanzar en sus programas de ruptura constitucional. Sin duda, este contraste en las posiciones de partida está condicionando los discursos de campaña del candidato socialista, que frente a una realidad incómoda –la del nacionalismo sectario que le permitió llegar a La Moncloa– se ve reducido a agitar el espantajo del retorno del fascismo, mero recurso dialéctico, tratando de infligir a un partido como VOX unos estigmas que están muy alejados de la idiosincrasia que realmente representa la formación de Santiago Abascal. Por supuesto, no hay tal peligro en el llamado «bloque de las derechas», cuyos programas, más allá de los puntos de desacuerdo, se enmarcan en la democracia representativa occidental, es decir, en la defensa inequívoca del sistema de libertades. Prueba de lo que decimos es la facilidad con la que se ha encajado la mayoría que respalda al gobierno autónomo de Andalucía, que preside el popular Juan Manuel Moreno, con la vicepresidencia de la Junta en manos de Ciudadanos y el apoyo de VOX. Pero si no hay el menor riesgo de inestabilidad en el espectro político del centro derecha, sí es cierto que la división del voto aminora las posibilidades de un Gobierno presidido por Pablo Casado, que es, a nuestro juicio, la mejor opción para el interés general, y es lógico que el candidato popular alerte, como hace hoy en LA RAZÓN, contra los riesgos de la dispersión del sufragio, más aún, cuando el Partido Popular no sólo ha venido representando los valores constitucionales de la unidad de España y la soberanía nacional, sino que es la formación que mejor ha sabido gestionar la economía, rescatándola de las consecuencias de la crisis e integrándola en la gran corriente del libre comercio. De hecho, son la defensa de la Constitución –que como señala Pablo Casado, exige en estos momentos el fortalecimiento de las instituciones del Estado en aquellas comunidades autónomas donde su presencia ha quedado reducida a un papel residual– y evitar que el crecimiento se vea afectado por la desaceleración general de la economía europea los dos principales problemas a los que se enfrenta la sociedad española en el más inmediato futuro. Y como señalábamos al principio de esta nota editorial, son los electores quienes tienen en su mano la decisión de a quién eligen para que lidere la gestión de ambos desafíos; si a Pablo Casado, al que respaldaría una mayoría con vocación de estabilidad, o al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que no sólo fue incapaz de aprobar los Presupuestos del Estado, sino que volvería a depender de los mismos partidos que llevaron a España a su mayor crisis nacional.
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