España

El empleo toma fuerza

El problema de aplicar la falsilla ideológica a la hora de interpretar cualquier aspecto de la realidad es que neutraliza el propio argumentario. Ayer volvió a ocurrir con las reacciones de los dos principales sindicatos españoles ante las cifras de empleo registradas el pasado mes de abril, y que insistieron en descalificar los nuevos puestos de trabajo creados al definirlos como de «mala calidad» y lastrados por la temporalidad. Ciertamente, la situación laboral en España dista mucho de la perfección, pero sólo desde la intencionalidad política se puede obviar que se ha producido un punto de inflexión positivo del mercado de trabajo y que hay algunos indicadores que traslucen la fuerza de la tendencia más allá del mero recopilatorio de alzas y bajas en la Seguridad Social. Sin ir más lejos, el hecho de que la contratación indefinida haya subido un 24,7%, en un mes tradicionalmente estacional en lo que al empleo se refiere, merece una reflexión sobre si la tan criticada reforma laboral empieza a dar resultados y –en un mundo ideal, claro– sobre las propuestas que pudieran hacerla aún más eficaz. Aunque sólo fuera porque la anterior legislación, alabada por los sindicatos, se demostró impotente para impedir la destrucción de tres millones y medio de puestos de trabajo, merecería la pena explorar todas las posibilidades de desarrollo del nuevo marco laboral. En este sentido, el mes de abril de 2014 se ha revelado, con la creación de 111.565 nuevos puestos de trabajo, como el mejor abril de toda la serie histórica, que comienza en 1996. Es, además, el tercer mes consecutivo en el que se intensifica el ritmo de crecimiento de nuevos cotizantes a la Seguridad Social, con un 1,22% sobre marzo, elevando el número de afiliados en 197.701 para los últimos doce meses. Aun así, se trata del nivel más bajo de cotizantes –16,4 millones– desde 2003, lo que da idea de la gravedad de la crisis que estamos obligados a superar. Pero, en definitiva, son datos claramente positivos, no sólo por lo que significan de cambio de tendencia del mercado laboral sino, también, porque coinciden con otras señales igualmente positivas, como la reducción del tipo de interés de los bonos a diez años, en el nivel más bajo desde que hay estadísticas; la cierta recuperación del consumo privado y las mejores perspectivas del PIB. Sin embargo, este impulso, no debemos silenciarlo, necesita ir acompañado de nuevos estímulos fiscales, en especial los que aligeren la cargas impositivas a la contratación laboral e incrementen el consumo familiar, para conseguir que el ritmo de la creación de empleo sea mucho más rápido y más intenso que el actual. Y es que, una vez pasado el tramo más dificultoso del camino, salvada in extremis la quiebra financiera del Estado, el exceso de peso en la fiscalidad actúa como rémora del crecimiento.