Cataluña

La hora de un PSOE centrado

La derrota sin paliativos del PSOE en las elecciones al Parlamento Europeo y el posterior anuncio de un congreso extraordinario para elegir un nuevo secretario general en sustitución de Alfredo Pérez Rubalcaba, que asumió toda la responsabilidad de su hundimiento electoral, ha ahondado la crisis abierta en el socialismo español desde que Mariano Rajoy se impuso en las elecciones de noviembre de 2011 por casi cuatro millones de votos de diferencia. Era un retroceso histórico y desde ese momento el liderazgo de Rubalcaba quedó tocado, y algo peor: no se vislumbraban nombres con una visión de Estado que le relevaran. Desde entonces, el PSOE ha mantenido una estrategia errática precisamente en el momento en el que España estaba inmersa en una grave crisis económica y el nacionalismo catalán planteaba un serio reto. La oposición desarrollada al Gobierno no sólo no le ha dado rédito electoral alguno, sino que ha favorecido la irrupción de nuevas fuerzas a su izquierda. Por lo tanto, es lógico que después de unos pésimos resultados –y sin saber, además, cómo remontarlos en el futuro– se plantee una renovación del partido. El PSOE lo había fiado todo a unas elecciones primarias abiertas que deberían celebrarse el próximo mes de noviembre como método para «abrirse a la sociedad». Así fue anunciado, aunque ahora hay serias dudas de que se cumpla el calendario, ya que de nuevo el líder será elegido en un congreso en julio. No se está planteando sólo un debate burocrático para conseguir la Secretaría General del partido, sino que de cómo se resuelva el nombramiento del futuro jefe de la oposición y candidato a la presidencia del Gobierno va a depender el futuro del PSOE, sobre todo porque incumplir de nuevo una promesa sólo llevaría a la frustración y el desencanto de su electorado y a una desa-fección política cuyos beneficiarios están esperando en los límites del sistema. Sería nefasto que el relevo de Rubalcaba se resolviese como una pugna entre familias, con malabares equilibrios de poder o haciendo valer la implantación territorial de sus barones. La crisis del PSOE tiene una dimensión de más largo recorrido. Por un lado, tan grave es la pérdida de votos globales en toda España como acabar siendo una formación residual en Cataluña o con unas perspectivas de descenso en el País Vasco. Por otro lado, el socialismo español debe evitar la tentación del izquierdismo radical y del populismo. Por lo tanto, el PSOE necesita un líder que se aparte de los extremismos, que ejerza la moderación y sea una fiable alternativa de Gobierno. Para los retos que nuestro país tiene planteados en el futuro, en especial cómo y qué condiciones vamos a superar la crisis, se necesita un Partido Socialista que vuelva a la centralidad política. Ése es el espacio de la política realista.