Cataluña
Las razones de Rajoy se imponen
Si el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, venció ayer en toda la línea al jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, fue, en gran parte, porque sus palabras estaban amparadas por los hechos. Por unos hechos que no sólo vienen respaldados por las instituciones internacionales –como la Comisión Europea, que mejora las estimaciones de crecimiento de nuestro PIB para los próximos dos años–, sino que están perfectamente interiorizados en la conciencia colectiva de los españoles, cuya tradicional mala memoria no es tanta como para olvidar por qué otorgaron una gran mayoría absoluta al Partido Popular en el aún cercano noviembre de 2011. Así, Mariano Rajoy subió ayer a la tribuna del Congreso de los Diputados con la satisfacción de quien sabe que, pese a todas las dificultades, se está haciendo un buen trabajo y ve que las sombras del futuro se alejan. Un dirigente que, con los datos en la mano, entiende que ha llegado el momento de liberar algunas notas de optimismo y se dispone a rematar la tarea.
TARIFA PLANA CONTRA EL PARO. Sin embargo, no hubo en el discurso del presidente del Gobierno tanta satisfacción como falta de autocomplacencia, consciente, y así lo dijo, de que toda su labor política, toda la ingente labor de reconstrucción de la base social y económica del país no tiene otro objetivo que acabar con la lacra del desempleo. Pero, a diferencia de su primer año de mandato, con las cuentas públicas secuestradas por un endeudamiento sideral, la mejora de la situación permite empezar a aplicar medidas de estímulo como el anuncio de una «tarifa plana» de 100 euros mensuales en las cotizaciones sociales para los nuevos contratos indefinidos, que no puede desligarse de la evolución positiva de la situación general. Y no puede desligarse porque en el Debate de ayer volvieron a ponerse de manifiesto las dos visiones irreconciliables entre derecha e izquierda sobre el concepto de igualdad que para Rajoy sólo se alcanza si los ciudadanos logran vivir de su esfuerzo, de un trabajo productivo que, sin solución de continuidad, genere los suficientes ingresos al Estado para mantener los servicios sociales.
MENOR PRESIÓN FISCAL. Había gran expectación sobre la reforma tributaria que está diseñando el Gobierno, pero Rajoy sólo avanzó la exención del pago del IRPF a quienes ingresen menos de 12.000 euros anuales. Lo relevante, sin embargo, es la filosofía que hay detrás de esta medida: bajar los impuestos porque ahora sí lo permite la mejora general de las condiciones económicas y financieras del país. Dicho de otro modo, Rajoy se comprometió a devolver a las clases medias parte del poder adquisitivo perdido por la subida de impuestos en 2012. Si en este punto, como en el de las pensiones, el presidente puso especial énfasis es porque afecta directamente a la columna vertebral de la sociedad.
REGENERACIÓN DE LA VIDA PÚBLICA. Si el año pasado la oposición focalizó el debate en el «caso Bárcenas», ayer, Rajoy reivindicó legítimamente haber cumplido su promesa de impulsar un profundo cambio legislativo para regular la financiación de los partidos, imponer la transparencia en las administraciones públicas y establecer las pautas de buen gobierno. Llama la atención que, en este terreno, tanto socialistas como comunistas desdeñaran el gran esfuerzo realizado.
COMPROMISO CON CATALUÑA Y CON LA LEY. La otra gran cuestión del Debate, el desafío separatista en Cataluña, permitió a Rajoy fijar su posición, ya reiterada, de que no permitirá la convocatoria de un referéndum que incumple la ley pero, también, aclarar, ante las reclamaciones de diálogo de Duran Lleida y Pérez Rubalcaba, cuáles han sido las posiciones de partida en este proceso, nacido de la exigencia de un trato fiscal desigual por parte del presidente de la Generalitat. El presidente de la nación estuvo contundente, directo, transparente y abierto al diálogo dentro de las reglas del juego democrático. Nada nuevo, cierto, pero también muy tranquilizador para todos los españoles.
EL MITIN DEL LÍDER SOCIALISTA
Rubalcaba encaró el Debate con demasiado nerviosismo y con un tono tan catastrofista que, en la mayoría de sus pasajes, resultó inverosímil. Su atropellada intervención, por momentos incluso descontrolada e inconexa, parecía destinada sólo a cosechar el aplauso de los suyos. Rubalcaba eligió pronunciar un mitin, con tono de mitin y soflamas de mitin en lugar de ejercer como el representante de un partido de gobierno que aspira a la alternancia política. «Una ensalada de titulares», lo definió el presidente. La insólita interpretación gesticulante del secretario general socialista entusiasmó a parte de su bancada –otros no movieron un músculo– con su descripción de esa derecha liberticida y autoritaria que sólo existe en su imaginación y sirve a las más rancias consignas de la izquierda. Rubalcaba no pasó de ahí, de la explotación de la demagogia para falsear una realidad muy distinta, de la ocultación de datos, del enredo ideológico y, en suma, de la estrechez política. Ni una sola propuesta en positivo, ni una oferta de acuerdo de alcance con el PP. Rajoy le invitó a aportar razones y recibió improperios. El líder del PSOE se enrocó en una descalificación permanente de la política del Gobierno e incluso llegó a negar validez a los informes de los organismos internacionales sobre España. Rubalcaba perdió ayer una gran ocasión para mostrarse como un político de gobierno, no sólo como un abonado a la oposición permanente.
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