«De Bellum luce»
Lo que saben los hombres del presidente sobre Mazón
No veremos muchas fotos de dirigentes populares pasándole la mano por el hombro el presidente valenciano
Los hombres fuertes de Moncloa no cejan en ir pregonando, allá por donde pasan, que saben dónde estuvo y con quién el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, el día de la DANA. Aprovechan cualquier oportunidad que se tercie, una comida, un desayuno, una reunión de trabajo, para hacer saber a sus interlocutores que tienen los datos que oculta Mazón. Si se les hace caso, hay que dar por hecho que la famosa comida del Ventorro no fue tan larga como se ha dicho, y que donde se acabó liando el líder valenciano fue después de los postres y ya en otra residencia fuera del Ventorro. Presumen de tener el detalle de con quién se fue, y con quién no, de hasta qué hora estuvo, y de dónde fue después de ese segundo slot antes de hacerse cargo de la gestión de la DANA.
Si lo que van contando fuera cierto, Mazón se equivocaría de nuevo al enrocarse en una mentira que le estallará encima en el momento que menos se lo espere. Porque si es así, tal y como lo cuentan los asesores del presidente del Gobierno, la información saltará a la plaza pública cuando más le interese al Partido Socialista. No es recatamiento, sino oportunidad, lo que explica que, si tienen pruebas de lo que acusan, no las están todavía usando.
El presidente de la Generalitat está cada vez más solo, en un contexto familiar que tampoco es cómodo de manejar, y con un partido que no le da la espalda porque la orden que tienen es aguantar el tipo. No veremos muchas fotos de dirigentes populares pasándole la mano por el hombro el presidente valenciano, más allá de los obligados gestos que ha hecho el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, para sostener a la organización regional en un momento más que delicado.
Mazón llega a Madrid en lo que es un intento de resurgir de las cenizas con una operación de lavado de imagen que se proyecte hacia la Comunidad Valenciana. En la tierra es muy difícil, por no decir imposible, que logre frenar el desgaste. La reconstrucción no funciona con las manos públicas, ni aunque sea un militar en la reserva el que intente dirigirla con un discurso de mano tendida hacia todos. Hasta hace poco los partidos pensaban que trasladar la imagen de que se quería sacar provecho de una tragedia era un acto muy arriesgado en términos políticos. Ahora ninguno teme por eso, y quizás no es que hayan cambiado ellos, sino que los que hemos cambiado hemos sido nosotros.