Descomposición. Cuando lo que se ha podrido son las instituciones, deterioradas por la corrupción o el partidismo, no hay manera de que se recuperen por sí solas. Exigen de una compleja intervención, de una fuerte presión ciudadana, que movilice a su vez la voluntad política, que necesita siempre la motivación de los votos.

Desde hace semanas, las mismas que lleva mudo el presidente del Gobierno, la agenda política la marca la descomposición de esos entornos socialistas que ya han sido bautizados como cloacas. Hay voces del PSOE que todavía creen en la ética de las siglas que representan o por las que han mantenido un severo compromiso público, que, en el caso de Eduardo Madina, le incluye entre los que se la jugaron por luchar por las libertades y por la democracia contra ETA.

Estos dirigentes que se dicen socialistas, que coartan hasta tal punto la libertad de expresión, y la reivindicación de una ética que su partido consideró en otro tiempo un patrimonio innegociable, no se merecen otra cosa que el mayor de los repudios por parte de esos alcaldes, cuadros intermedios y militantes que asienten desconcertados al carrusel de informaciones que desprestigian el nombre de su partido.

El presidente Emiliano García-Page está ya moviéndose por las federaciones. Como un Quijote que busca Sanchos con los que desmontar los molinos. Su agenda como presidente de la Junta resulta que siempre encuentra, casualmente, un hueco, en sus viajes, para reunirse con alcaldes o con otros dirigentes provinciales. No se postula a nada, tantea y vela armas a la espera de que haya una reacción ética, como la que defendió Madina, contra los escándalos que manchan el honor de los que llevan el carné socialista. No es cuestión menor que en el entorno del presidente de Castilla-La Mancha y de algunos más se barrunten que la tal Leire hizo labores de prospección en sus alrededores para ver si les podía pillar en algún renuncio y así conseguir más galones en el núcleo del sanchismo. Este medio publicó la semana pasada relevantes audios sobre los tejemanejes de la «fontanera», relatando solo los hechos, para que cada cual llegue a sus conclusiones. Estamos en un momento muy delicado para la democracia española, en el que hay que elegir qué se hace con la mierda que reparten agentes interesados, de uno y de otro lado, sin perder de vista que hay una operación para convertir todo en una gran fosa séptica y tapar así los escándalos del presente con las cloacas del pasado. En las que estuvo el PP, pero también metió mano el PSOE.