A pesar del...

La tarántula narcisista

Aunque ya Aristóteles vinculó la justicia con la igualdad, el antiliberalismo distorsionó esa noción, convirtiendo la igualdad liberal, ante la ley, en la igualdad socialista, mediante la ley

En su interesante prólogo al reciente libro Is Social Justice Just?, publicado por The Independent Institute, Jordan Peterson habla del «narcisismo de la compasión» para ilustrar las trampas de la llamada justicia social, sobre las que ya alertó Hayek hace muchos años.

El antiliberalismo de todos los partidos, en efecto, distorsiona la virtud de la compasión, que esencialmente estriba en un ímpetu moral que dispone al sacrificio voluntario para servir al prójimo. La justicia social no es eso, sino más bien lo contrario, porque se centra en la coacción política y legislativa revestida de falsos atributos éticos que son hoy ampliamente predicados como virtuosos. Advierte Peterson, no obstante, que «el mero acto de compadecerse, pasivo y reflexivo, no justifica un derecho a la virtud, sino que ese sentimiento y la sensación de virtud que quizá automáticamente lo acompañan pueden volverse un arma poderosa y ser utilizados como atajo hacia la reputación». Es lo que sucede con el moderno Estado redistribuidor, que alimenta «la tiranía de la piedad interesada».

Aunque ya Aristóteles vinculó la justicia con la igualdad, el antiliberalismo distorsionó esa noción, convirtiendo la igualdad liberal, ante la ley, en la igualdad socialista, mediante la ley. Cierto es que el mensaje ha cambiado, y no se pretende aniquilar la propiedad sino solo corregir las desigualdades «excesivas». Pero el trasfondo de la pseudoigualdad antiliberal es el mismo, y ahora subraya la compasión narcisista de la coacción frente a un «neoliberalismo» que «desmantela el Estado social». Un camelo, señora.

Peterson evoca el sarcasmo de Nietzsche en «De las tarántulas» en Así habló Zaratustra: «los predicadores de la igualdad, tarántulas sois vosotros para mí, y vengativos escondidos». El profeta quiere rasgar su tela «para que vuestra rabia os induzca a salir de vuestras cavernas de mentiras, y vuestra venganza destaque detrás de vuestra palabra: justicia». Nos advierte frente a la «envidia reprimida» y añade: «desconfiad de todos aquellos que hablan mucho de su justicia»: mienten porque «los hombres no son iguales, y tampoco deben llegar a serlo». Defiende el afán de progresar, «subir quiere la vida», y competir «con igual seguridad y belleza, seamos también nosotros enemigos, amigos míos». Pero advierte contra quienes castigan para imponer la igualdad. En otro apartado, «De los doctos», sentencia: «amo la libertad» e insiste: «los hombres no son iguales: así habla la justicia».