JMJ de Río
Ávidos de palabras
Las caras lo dicen todo. Estos días de atrás me han enviado por e-mail algunos enlaces a reportajes que distintas televisiones de Brasil han elaborado. En ellos se ve cómo familias del país acogen en sus casas a los peregrinos que llegan, después de recibirles de forma calurosa en los aeropuertos. Sonrientes y transmitiendo la sensación de que llevan mucho tiempo esperándoles, cuentan su experiencia a la cámara. No dejan de dar gracias y de repetir que «nada puede pagar lo que estamos viviendo». Una de estas televisiones ha mostrado a un grupo de peregrinos italianos que aprovechó su estancia en la ciudad de Curitiba para visitar una institución de asistencia a personas discapacitadas. Los jóvenes les acompañaron durante horas, cantaron, bailaron y conversaron con ellos. «Ha sido una de las experiencias más bellas de mi vida», decía una joven emocionada. Muchos otros grupos llevan días evangelizando por las calles, llegando a las periferias existenciales de las que tanto habla el Papa y mostrando que sí hay esperanza. Es sólo el preámbulo de lo que vamos a ver estos días.
Ya se lo dijo ayer Francisco a los periodistas que viajaron con él en el avión: «Los jóvenes son el futuro de un pueblo, porque tienen la fuerza, la juventud y van hacia delante», pero no hay que olvidarse de los ancianos, porque «son la sabiduría de la vida». Es con ellos, enfermos, débiles, jóvenes, ancianos, con los que el Papa quiere encontrarse y a los que va a hablar, denunciando la «cultura del desecho» –como él mismo ha expresado– a la que son sometidos. Las palabras de Francisco llegan en un momento crucial de la historia. Y los que le esperan en Río están ávidos de ellas. Hoy comienza la Jornada Mundial de la Juventud 2013 con la misa de apertura en la playa de Copacabana. La cuenta atrás ha terminado.
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