Coronavirus

Los jóvenes, ¿vector de contagio invisible?

No es un virus de personas mayores. Ellos deben protegerse más y mejor, porque todos somos susceptibles de infectarnos

No. Este no es un virus de personas mayores. Es un virus del que las personas mayores se deben proteger más y mejor. Pero todos somos susceptibles de ser infectados. En su rueda de Prensa de ayer, el responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad deslizó el dato que todos los epidemiólogos conocen y que no siempre aparece bien reflejado en los medios. El 33 por 100 de los casos de contagiados tiene más de 65 años. Eso implica que el 67 restante son menores de esa edad.

Quizá por la premura informativa de estas semanas de locura, quizá por la concurrencia de modas que arrasan como olas las redacciones o quizá por la defectuosa comunicación llevada a cabo en ocasiones desde las autoridades, ha quedado en la conciencia colectiva impregnada la idea de que el virus afecta sobre todo a los más ancianos. Pero una cosa es la letalidad del virus que, hasta donde hoy sabemos, se ve incrementada con la edad, y otra su infectividad, que parece universal.

De momento, todas las proyecciones epidemiológicas al respecto de la distribución del virus por edades han de basarse en los ejemplo de contagios en los países que, hasta ahora, tienen más casos: China e Italia sobre todo.

Cada día que pasa, las proyecciones van corrigiéndose según múltiples variables. No es fácil equiparar datos porque en diferentes países hay diferentes periodos desde el brote inicial, diferentes métodos de diagnóstico, diferentes criterios de selección y diferentes medidas sanitarias.

El ejemplo italiano

Tomando con mucha cautela los datos, podríamos analizar el caso italiano. Allí, el 36,8 por 100 de los contagiados tiene más de 70 años. Entre 51 y 70 años llegan al 37,3 por 100 de los casos. De 0 a 18 solo hay un 1,2 por 100 de contagios, y de 19 a 50, un 24,7. Bastante más de la mitad de lo casos ocurren en personas de más de 50 años. Pero la población joven recibe una cuarta parte de las infecciones también. Los datos en España parecen ser muy coherentes con el caso italiano.

La experiencia de Corea del Sur nos ofrece una oportunidad para contrastar estos datos. Allí la estrategia sanitaria fue desde el principio muy agresiva con la realización del test al mayor número posible de ciudadanos. Al contrario de lo que ocurrió en España e Italia, donde solo se diagnosticaban los casos sintomáticos más serios, en Corea la base de datos de contagiados es muy cercana al universo general de la población.

Es obvio que si solo se realizan pruebas a las personas con síntomas llamativos, hay un sesgo hacia la sobrerrepresentación de capas de edad que son más frágiles o que, sencillamente, acuden al médico con más rapidez. Los jóvenes tienden a ser más asintomáticos o a requerir menos ayuda médica, por lo tanto, no son fáciles de diagnosticar.

¿Qué pasó en Corea? Sorprendentemente, según un informe publicado por el economista Andreas Bakchaus, el grupo de edad más afectado es el de 20 a 29 años, con un casi 30 por 100 de los casos. Seguido del de 50 a 59, con un 19 por 100. Solamente el 20 por 100 de los casos ocurrió entre mayores de 60 años y, de ellos, menos del 5 por 100 en mayores de 80. ¿A qué se deben estas disparidades? En primer lugar, Italia y España somos países más longevos con porcentajes de población de más de 60 años rondando el 30 por 100. Corea es el país número 53 en longevidad.

Los últimos en confinarse

Pero resulta evidente que la estrategia de detección precoz del virus fue vital para evitar su expansión entre la poblaciones más maduras. Todos los datos parecen indicar que los jóvenes son mucho más portadores del virus de lo que creemos, también en España. Pero ellos han sido los últimos en confinarse, ya que en nuestro país y en Italia estaban fuera del radar de las pruebas diagnósticas. La tardanza en evaluar a esos grupos de población puede haber jugado en contra de los mayores. Durante demasiado tiempo hemos tenido a demasiados individuos contagiadores pululando por las calles de nuestras ciudades.

Algunos datos parecen avalar esta idea: por ejemplo, el hecho de que la vuelta de grandes cantidades de turistas de Suiza, Alemania y Austria desde las zonas de esquí del norte de Italia haya sido responsable de buena parte de las transmisiones en esa zona de Europa parece indicar que muchos jóvenes asintomáticos pueden ser vectores de contagio soterrado. O el caso de la agrupación cristina coreana Shincheonji, donde una gran parte de sus miembros más jóvenes produjeron un pico de contagios al inicio de la crisis.

Es cada vez más evidente que el coronavirus contagia a los jóvenes con gran facilidad y que estos tienen mayor tendencia a no padecer síntomas. Detectarlos y mantener las medidas de distanciamiento social en esos grupos de edad puede ser vital.