Los bulos, aliados del Covid

Cuando despertó, el dinosaurio (los bulos) todavía estaban allí. Como en el microcuento de Augusto Monterroso, el mundo ha de afrontar no solo la amenaza impredecible del Covid-19, también los bulos y conspiraciones que se construyen y campan a su alrededor. Como en un mal sueño. Los bulos están tan presentes que la semana pasada, dos días después de la tormenta política generada por asegurar que la Guardia Civil trabajaba para «minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno», el general José Manuel Santiago volvió a explicarse –o a intentar explicarse–: «Al hablar de bulos me refiero a que la monitorización de la Guardia Civil trata de identificar esos bulos de origen incierto, que puedan generar alarma social en cuestiones de salud». Y así seguimos. Más allá de nuestros propios palos en la ruedas, a nadie se le escapa que Rusia y China podrían estar detrás de una campaña de difusión de noticias falsas para debilitar a la Unión Europea. Ellos son los principales interesados en que una construcción política, económica y profundamente democrática descarrile. De ahí que la propia Unión Europea haya creado una web que desmiente todo este tipo de bulos, incluso que esté hablando con grandes gigantes de Internet como Google y Facebook para que colaboren a eliminar estas «fakes news». El grupo que se dedica a esta misión se llama EU East Stratcom Task Force y ha detectado más de 150 casos de desinformación favorable al Kremlin desde el pasado mes de enero. La idea matriz sería que la Unión Europea está al borde del abismo por las respuestas egoístas de las diversas naciones al Covid-19. Y nada más alejado. El intercambio de pareceres, de respeto a las opiniones de «El otro», es algo impensable en organizaciones piramidales y monolíticas como Rusia y China. Allí se hace lo que dicta el líder. El mismo número de fallecidos en el gigante asiático provoca recelos en la UE. El secretismo es su mayor tesoro. La transparencia la mayor virtud de Europa. Su mayor fuerza.