«La marca de la mascota» (III)

Escuchamos constantemente hablar de la «nueva normalidad» sin que nadie nos haya explicado en qué consiste, como para no empezar a preocuparnos con la dichosa expresión: ¿qué significa exactamente? Las telecomunicaciones y las tecnologías de la información nos permiten estar al día de cuestiones que afectarán a nuestras vidas en un futuro no lejano y que son —a la vez— tan antiguas y tan actuales como el deseo de poder y de control del mundo por parte del hombre.

Sabemos que el «Príncipe de este mundo» no es una ficción literaria ni un fantasma: no tiene cuerpo material ni es visible a nuestros ojos, pero es tan real como las ondas electromagnéticas, imperceptibles a los sentidos pero necesarias para este mundo cientifista y digital. Ese Príncipe de la mentira ofrece dominio y gloria mundana a quienes se postran ante él y le venden su alma, y ahora tiene en su mano extraordinarios instrumentos para conseguir su desenfrenado afán de poder.

A ese Leviatán y a sus seguidores —conscientes o tontos útiles— hay que decirles que los experimentos e investigaciones se hacen en los laboratorios. No será posible llevarlos a cabo a escala global, con la humanidad en arresto domiciliario indefinido, y sometidos a graciosas concesiones de permisos de salida y paseo por el sátrapa de turno. Quizás nuestros queridos perrillos tengan dócilmente que asumir que se les implante el chip de «la marca de la mascota», pero no así sus amos.